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Alegría en estado puro

Cómo me gustó la versión que Serrat hizo del texto de Benedetti «Defender la alegría» en «El sur también existe». Eso y no otra cosa son los desfiles de Villena: una eclosión de alegría. En otras latitudes prima la formalidad, la música, el cargo, la ostentación, el ritual.

Villena es un estallido de alegría, que se manifiesta en una forma de desfilar sin parangón. Ni mejor ni peor, pero con toda certeza única. Unos cabos únicos, pletóricos de garbo, que dirigen a unos bloques de festeros mucho más numerosos que en cualquier otra población, y que juegan con ellos, según el compás de la música. En este sentido, son asombrosas las «arrancás» de bloques cuando el pasodoble, la marcha cristiana o la marcha mora así lo marca, después de que éstos hayan estado un tiempo detenidos. Pero no hay demoras, no hay cortes, precisamente porque los cabos saben controlar la distancia entre dichos bloques. De manera que se produce un curioso efecto «acordeón» con el que va acelerando o frenando la marcha. En este sentido, recomiendo visionar en YouTube la grabación del profesor Nacho Grosso, «La Entrada en 7 minutos», donde en este tiempo se concentran casi 8 horas de desfile y se aprecia la cadencia con la que van pasando los festeros. Por cierto, se presenta una Entrada incierta, complicada por el riesgo de lluvia. El agua no va a poder con los festeros. Será una jornada de nervios. Pero por encima de todo se impondrá la alegría. Los festeros de Villena, y su gran aliado que es el público, no se van a arredrar por un chubasco. Han sido 365 días esperando la Entrada. Así es que a las 4 de la tarde en la Losilla.

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