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¿Cainismo?

Los factores históricos y presentes que dificultan el entendimiento entre la izquierda para gobernar en España

Que, si nuestros partidos de izquierda no lo remedian en estos próximos días, vamos a unas nuevas elecciones en noviembre parece ser ya una cosa cantada. ¿Cómo es posible que cuando las urnas lo expresaron claramente, esto es, que tras la corrupción estructural del PP y las incongruencias de Ciudadanos y la amenaza rampante de la ultraderecha de Vox, este país necesitaba una pasada por la izquierda, nuestras dos (¿O son tres?) fuerzas de izquierdas parecen ser incapaces de llegar a un acuerdo, como les mandan las urnas, y establecer unas políticas progresistas que remedien los estragos producidos por la crisis económica entre las clases medias y populares y traten de poner fin a esa corrupción rampante estructural que introdujo la derecha del PP en nuestras sociedad e invadió también algunos feudos socialistas.

La pregunta que nos hacemos muchos españoles que votamos esa alternativa es por qué esa imposibilidad de acuerdo entre nuestras izquierdas. ¿Es la expresión una vez más de ese cainismo que ha dominado tradicionalmente los comportamientos históricos de nuestras izquierdas? ¿Sigue estando vigente en los comportamientos históricos de nuestras izquierdas esa imagen terrible de la pinturas negra de Goya de los dos gigantes hundiéndose peligrosamente en tierras movedizas mientras siguen luchando entre ellos, moliéndose a garrotazos? Pensar esto último, creo, no es sino un recurso fácil, un esencialismo, que poco tiene que ver con nuestra realidad política actual. Esa actitud puede estar en relación más bien con varios factores más que históricos conectados con el presente.

En primer lugar, con la diferencia de actitudes políticas de nuestras dos izquierdas: la del PSOE, más moderada e imbuida por su pasado reciente de bipartidismo y su nacionalismo constitucionalista. Mientras que en el caso de Unidas Podemos ciertas de sus actitudes políticas son más avanzadas (nunca, desde luego, comunistas como tratan de difundir las derechas para meter miedo a los votantes más conservadores, apelando a la tradicional imagen de la derecha española sobre el comunismo simbolizada como el demonio con rabo que promocionó el franquismo). Pensemos, por ejemplo, en su planteamiento sobre el problema catalán en el que los de Pablo Iglesias y Garzón son partidarios de aceptar el referéndum que proponen los catalanistas, lo que difiere sustancialmente de la postura férreamente constitucionalista del Partido Socialista. Pero, sobre todo y a partir de esas diferencias, lo que explica esa falta de sintonía entre las dos izquierdas es su desconfianza mutua, lo que bloquea la fórmula del gobierno de coalición.

Pero si, como se ha dicho tantas veces, después de Churchill y, sobre todo, después de Maquiavelo, la política es el arte de lo posible y esas diferencias y desconfianza mutua consecuente dificultan o impide esa fórmula, ¿por qué no llegar a un acuerdo programático consensuado con una comisión de seguimiento por parte de los dos partidos para valorar o no su cumplimiento y que, consecuentemente con ello, Unidas Podemos actúe en las Cortes bloqueando o apoyando al partido del gobierno, según una u otra alternativa? ¿Cómo es posible que si los dos partidos han sido capaces de llegar a un acuerdo de Presupuestos Generales, lo que implica en realidad un proyecto compartido, no puedan consensuar un programa común de gobierno para toda la legislatura, aunque sea de mínimos para uno y otro partido? Ese programa común (acuérdese Alberto Garzón del "programa, programa y programa" de Julio Anguita, aunque en este caso sin pinza) debería de dar satisfacción a parados, trabajadores pobres, pensionistas, mujeres, niños en situación de pobreza infantil y tratar de dar solución a los demás afectados por las políticas de desigualdad de la derecha durante los cuatro años anteriores en los que ésta en el poder trató de aprovechar los problemas de la crisis económica para establecer una desigualdad estructural que nos ha convertido en uno de los países más desiguales de Europa.

¿Es que el tratar de llevar a cabo un programa con esos contenidos no sería un proyecto que apoyaríamos todos los que, bajo la amenaza rampante de Vox, le hemos dado nuestro voto en las últimas elecciones? Personalmente, les recomendaría, con humildad, a Sánchez e Iglesias que antes de reunirse por última vez, si es que el presidente en funciones lo promueve, visitasen el Museo del Prado y meditasen ante la mencionada pintura negra de Goya "Duelo a garrotazos", cuyo simbolismo, desgraciadamente, puede hacerse realidad si aquél opta, como parece ser su intención, por la repetición de elecciones. Porque las elecciones las "carga" el diablo y los datos de las encuestas se los lleva el viento y el miedo de los votantes de izquierda a la irrupción de Vox en el Parlamento ya ha pasado en gran medida. Los socialistas podrían recibir un castigo de los electores por su mala administración del voto de izquierda que han obtenido en las últimas elecciones. Como también la actitud inflexible de Iglesias por el gobierno de coalición y los sillones podrían convertirse, de celebrarse nuevas elecciones, en el inicio de un largo camino hacia la nada de su formación y de su protagonismo político personal, aunque esto último sea lo de menos para los ciudadanos. Sin duda, deben de pensárselo muy bien ambos líderes. La izquierda española se juega mucho en ello y, por ello, uno echa de menos el pronunciamiento de los intelectuales de izquierda (no los orgánicos, como los que forman ese nuevo gremio que se autodenomina como politólogos) sobre ello en esta coyuntura política transcendente para los votantes de izquierda.

Aconsejaría a Sánchez e Iglesias que visitasen el Museo del Prado y meditasen ante la pintura negra de Goya "Duelo a garrotazos", cuyo simbolismo puede hacerse realidad si conducen el país hacia una repetición de las elecciones

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