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La vuelta al cole

Tras largo tiempo desaparecido porque agosto es un mes que «no existe», Albert Rivera ha regresado al ruedo político, lo que significa que el lunes se reanuda el ajetreo que mantiene entretenido a este país. La primera reflexión que me inspira este arranque de curso se va transformando en lamento: si los electores decidieron en mayo conceder la mayoría a la izquierda, ¿cómo es posible que a la ciudadanía le lleguen tantos indicios de irresponsabilidad por parte de sus principales líderes, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, más cerca ambos de propiciar una nueva votación que daría alas a sus rivales y privaría a ambos de las tareas de gobierno? Si al final llega el acuerdo, la desconfianza, la fragilidad y la falta de credibilidad que están transmitiendo desde el día siguiente de las Generales les va a pasar factura el resto del mandato. Tomarles en serio va a constituir un acto de fe. Si, por el contrario, no consiguen aclararse, pondrán la victoria en bandeja a la derecha. Lejos de ser lo más grave, la sensación de vacío comienza a tener consecuencias para la economía. La falta de ejecutivo camina en paralelo a las señales de recesión que está enviando Alemania. Algunas inversiones han entrado en «impasse», los sectores claves echan el freno al gasto y no es improbable que se ralentice el consumo. Son éstas cuestiones esenciales para un país que a la hora de votar está convencido de que la derecha gestiona mejor la economía. Esto puede ser discutible. Lo que carece de discusión es que la izquierda nunca ha sabido gestionar los tiempos.

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