Daba miedo escuchar en la noche del lunes los truenos que rompían en toda la provincia. Desde luego, la impresión era que iba a descargar una tremenda tromba de agua, y serán los especialistas en la materia los que tengan que dar los análisis oportunos de ese cambio climático ante el que nos enfrentamos, y que hace repetir con inusitada frecuencia estas gotas frías que dan auténtico miedo por el tremendo efecto destructivo que provocan los litros y litros de agua que rompen por nuestras calles, llevándose todo lo que se encuentran a su alcance.

Se han hecho muchas obras de prevención para evitar estos efectos de las lluvias, y faltarían muchas más en algunos puntos donde se siguen padeciendo estos efectos, y limpiar mejor las zonas por donde discurre el agua cuando cae con tanta fuerza, aunque los expertos ya advierten que ante una gota fría de 100 litros por metro cuadrado, es imposible que ninguna obra absorba tal cantidad de agua, porque estar soportando durante dos horas tal cantidad de agua hace inviable cualquier medida de prevención. Puede evitar un mayor destrozo, pero la anormalidad de estos fenómenos hace que se tenga que insistir y dar medios a los expertos para analizar qué está ocurriendo.

Porque en todos los temas, y en este más, lo que debe hacerse es atender las recomendaciones y consejos que puedan dar los especialistas y realizar las inversiones oportunas para que se puedan adoptar las medidas necesarias de investigación acerca de lo que está pasando con estos fenómenos climáticos, y, también, cómo pueden evitarse los daños en algunas zonas donde se siguen reproduciendo cuando las lluvias son de este calibre tan desmesurado. Muchos alicantinos recordamos con horror aquél fatídico 30 de septiembre de 1997, hace ya casi 22 años, -la mayor registrada en la capital alicantina desde 1977-, cuando la ciudad de Alicante se enfrentó a la peor tormenta que se recuerda y que las hemerotecas señalaron que en una hora y media se recogieron 156 litros por metro cuadrado, aunque llegarían a los 270 litros en cinco o seis horas. Una auténtica barbaridad. Y todos los recordamos con horror. Porque se juntaron muchos litros de agua, durante mucho tiempo y sin parar. Era un «grifo abierto» abundante y de esas dimensiones, que durante tanto tiempo provocó una auténtica tragedia. Y recuerdo que el peor momento se dio sobre las 13:30 horas cuando los niños salían de los colegios, con el caos que se formó en muchas zonas donde el agua caía con una fuerza no vista nunca en la provincia.

Para compararlo con algo reciente podemos ver que si hace unos días cayeron en Alicante 40 litros por medio cuadrado en dos horas, aquél día estuvo lloviendo muy fuerte desde las 9:30 horas durante cinco o seis horas, y con 200 litros de media por metro cuadrado, lo que causó la muerte de cinco personas que, desgraciadamente ya no están con nosotros, y se fueron cuando no era su momento, y de una manera inesperada e injusta.

Impactante, dañino y desolador el panorama de las familias que perdieron a sus familiares por este daño que la naturaleza nos ofrece en estas circunstancias. Porque nadie podría prever esa mañana, porque nada se dijo, lo que podía ocurrir. Y la ventaja que ahora tenemos, sin embargo, es que, al menos, se nos avisa de la posibilidad de que ocurra una gota fría para que estemos preparados y salgamos a la calle solo ante casos de urgencia. Pero, claro está, los ciudadanos tienen que salir a trabajar a sus centros de trabajo y estos miedos afectan a todas las actividades, por lo que lo mejor es esperar y actuar si no cae tanta agua como se preveía, y aguantar esas horas de caída de agua tan voluminosa sin movernos para evitar una tragedia. Aquél 30 de septiembre de 1997 los ciudadanos que estaban por las calles no podían esperar lo que estaba pasando.

En la provincia de Alicante los últimos episodios más destacados últimamente se han dado en invierno y primavera (invierno de 2016-2017, marzo de 2017 y abril de 2019, y los de este verano. Pero ya nos estamos acostumbrando a estos miedos ante esos efectos de lo que los especialistas llaman «gota fría». Por ello, los expertos señalan, con mucho acierto, que «estamos ante un clima en el que los extremos son cada vez más extremos, y que tampoco hay que usar el comodín del cambio climático para justificarlo todo. La lluvia no mata, pero construir en zonas inundables, o no tener unas mínimas nociones de educación ambiental pueden provocar desastres perfectamente evitables». Un dato, desde luego, que no podemos ni debemos olvidar.