Desde finales de julio y con motivo de la autorización a la implantación de los macro depósitos de combustible en el puerto, han ido apareciendo en este periódico artículos y tribunas desde distintas perspectivas, del rector Manuel Palomar, al recién estrenado presidente de la Diputación Carlos Mazón, sin embargo, de la opinión de los vecinos no existe testimonio, motivo por el que me he animado a escribir como presidente de la Asociación de Vecinos del Barrio San Gabriel.

La relación puerto-ciudad vuelve a tensarse fruto de la falta de visión estratégica y de vivir a espaldas de la realidad. Una realidad que se recogió en las alegaciones a los depósitos, donde de forma unánime partidos políticos y colectivos sociales rechazamos el proyecto. No es algo nuevo, hace casi un cuarto de siglo, y después de mucho esfuerzo institucional y vecinal, logramos el consenso necesario para eliminar los depósitos de Campsa del casco urbano, como paso previo a la regeneración del litoral y la consecuente modernización de la ciudad.

Sin embargo, han transcurrido casi veinticinco años, y no solo no nos hemos modernizado ni avanzado, sino que hemos permanecido anclados en el pasado y con una merma notable en nuestra calidad de vida.

Que la actividad portuaria condiciona la vida de la ciudad es un hecho indiscutible, tanto es así que se está produciendo un cambio de paradigma a nivel mundial, un cambio de modelo que han entendido perfectamente en València, donde expertos urbanistas, e incluso Joan Ribó se han unido a colectivos vecinales y ecologistas para cuestionar la necesidad de la ampliación norte del puerto de València y las consecuencias que el aumento del tráfico rodado traerá a la ciudad, así como su afección al medio costero y marino.

Propone el alcalde de València que, de realizarse la ampliación, el acceso fuera ferroviario y soterrado, no quiere camiones en la ciudad. Quiere una València verde. Quiere una red de parques conectados, el parque de Cabecera y el Antiguo Cauce del Turia con el parque Central y los terrenos que se liberen del soterramiento de las vías. Un cinturón verde que será sin duda la envidia del Mediterráneo.

¿Por qué no plantear lo mismo en Alicante? ¿Por qué no planificar un corredor verde que enlazara el futuro parque central con el entorno de Casa Mediterráneo, el parque del Mar y el futuro paseo litoral hasta el Saladar de Agua Amarga? Sería posible si el actual trazado ferroviario que divide a San Gabriel se transformara en vía verde, ese sería el elemento conector de nuestro Corredor Verde Alicantino, que incluso podría llegar hasta las Salinas de Santa Pola y convertirse en ruta Eurovelo.

Sería una apuesta por la sostenibilidad ambiental, pensando en un nuevo modelo de ciudad orientado hacia otros sectores económicos como el turismo verde.

Pero no puede ser, el puerto quiere conectarse sí o sí al corredor mediterráneo y el acceso ferroviario de no ser soterrado, solo puede ser a través de San Gabriel.

De entre las opiniones vertidas en las últimas semanas sobre el puerto, me sorprenden las de los empresarios de distintos los sectores productivos, todos ellos coinciden en afirmar que utilizan el puerto de València porque es el más competitivo en cuanto a precios y rutas, (Diario INFORMACIÓN, 3/08/2019), no es de extrañar, el puerto de València es el mayor conectividad de España, el sexto de Europa y el 23 del mundo. ( Valencia Plaza, 12/08/2019).

Con la futura liberalización de la AP-7, acceder al puerto de València será incluso más económico y rápido ¿es necesario entonces hacer una inversión millonaria para conectar el puerto de Alicante al Corredor Mediterráneo?

Los vecinos del sur de Alicante rechazamos el actual modelo de puerto, además de que su actividad industrial perjudica a nuestra salud, es un puerto que no genera beneficios económicos, de ahí que busque y busque actividades como los macro depósitos con el fin de compensar esa falta de rentabilidad, sin darse cuenta de que el actual modelo está agotado.

Nos preguntamos qué interés hay en que Alicante se convierta en Algeciras. Máxime cuando las empresas instaladas no tienen el domicilio en la provincia, con lo cual ni nos repercute su tributación, y al estar todo automatizado, la creación de puestos de trabajo es muy reducida.

¿Qué valor aporta a la ciudad la carga y descarga de graneles, contenedores o de gasolina?

¿Por qué nos empeñamos en competir con puertos vecinos, cuando podemos potenciar nuestra singularidad?

Creemos que esta singularidad pasa por poner en valor nuestro patrimonio histórico y natural como reclamo turístico, motivo por el que el actual uso industrial del puerto es incompatible con esa propuesta. La capital de la Costa Blanca no puede recibir al viajero que llega del aeropuerto con el dique flotante Mar de Aneto, y las grúas.

La excelencia del agua de mar en Alicante favoreció la construcción de los balnearios en el Postiguet, conformando los primeros pasos de una ciudad turística, que fue referente del descanso y de la calidad de vida desde finales del siglo XIX. ¿Por qué no volver a serlo ya entrados en el siglo XXI?

Pongamos en valor esos espacios verdes, nuestra luz, nuestro clima ideal en cualquier estación, potenciemos Tabarca, nuestro pequeño Palmeral, el Saladar de Agua Amarga, el yacimiento de Lucentum, los dos castillos, hagamos de un referente la rehabilitación de La Británica.

Y no sólo potenciemos el turismo, atraigamos al talento, a la formación, a la cultura, al deporte, ¿por qué no ubicar un instituto de estudios marinos en el puerto?, ¿qué tal un centro de referencia para la formación profesional en las artes de la pesca o la marinería?, ¿y un centro de deportes náuticos donde formar a futuros campeones?

Existen muchas posibilidades que no son agresivas ni con la ciudad, ni con las personas ni con el medio ambiente y esas posibilidades pasan por definir un nuevo modelo de negocio para el puerto y en consecuencia un nuevo modelo de ciudad.

Para el diseño del nuevo Alicante deberíamos trabajar en equipo, la voz de los vecinos debe ser escuchada, somos la parte más débil del sistema, no tenemos poder de decisión ni de influencia, nuestra participación en el los proyectos de la ciudad se reduce siempre a la presentación de alegaciones. Apelo desde aquí a buscar el consenso de los años noventa, cuando todos los colectivos sociales participábamos en el día a día de la ciudad.

Urge definir el nuevo rumbo de Alicante y recuperar el tiempo perdido. El futuro de los macro depósitos del puerto debe de servir como punto de inflexión al devenir del urbanismo en Alicante de las últimas décadas, apostemos por humanizar la ciudad y por poner en valor el preciado frente litoral, es el mejor homenaje que podemos hacer al recientemente fallecido García Solera, y es el mejor legado que podemos dejar a las generaciones venideras.