Viendo lo que ocurre estos días del siglo XXI en el Mediterráneo el mito de Antígona recreado por Sófocles -y antes de él por Esquilo- en el 447 a.C, sigue interpelándonos, cuestionándonos. Antígona viola la ley por considerarla injusta, pero acepta la consecuencia de sus actos y asume la implacable sentencia por ser fiel a la Ética -que es de rango superior a cualquier cambiante ley de ayer, hoy y mañana-. Recordemos la historia que transcurre en Tebas. Los dos hermanos de Antígona se alternan en el trono, hasta que uno de ellos rompe el acuerdo e intenta derrocar al otro ayudado por un ejército extranjero. Ambos mueren en combate. A uno se le brindan honras fúnebres, el otro, el traidor, es condenado post-mortem a quedar insepulto en los extramuros de la ciudad para que su cadáver sea devorado por los buitres y otras alimañas. Antígona desafía al poder sabiendo que su condena será terrible -ser enterrada viva- y da sepultura al hermano y obliga al nuevo rey -su tío Creonte- a debatirse en una pugna consigo mismo: aplicar o no aplicar la ley... Antígona, hija del desgraciado Edipo, rey de Tebas, no dudó, todos dudaron, ella no. Este dilema está presente sucesivamente en la historia humana.

El barco de «Open Arms», ONG catalana que fuera premiada merecidamente como Amotinado Mayor, por el Ayuntamiento de Aranjuez, permaneció bloqueado más de cien días y finalmente fue autorizado a que zarpara con el compromiso de llevar ayuda humanitaria a las islas griegas de Samos y Lesbos, pero prohibiéndole participar en tareas de rescate de refugiados a la deriva -todas/todos son refugiados-, en el Mediterráneo central, pero se tropezaron con seres humanos que podían morir ahogados. ¿Qué hacer? ¿Actuar como Antígona desafiando a la «ley» u obedecer a los nuevos Creontes? Ser o no ser.

Salvamento Marítimo de España está rescatando miles de personas, 18.000 en un año. España respeta los acuerdos internacionales que ha firmado: proclaman el respeto a la vida, derecho básico. Desobedecer puede también tener consecuencias positivas además de remover conciencias: crisis en el Gobierno de Italia, países de la Unión Europea que se ven obligados a intervenir, la misma UE en Bruselas se siente presionada. Este pequeño barco se ha convertido en el legendario caballo de Troya. La Unión Europea debe asumir el desafío que significa la evidencia de una crisis mundial. Y hay otro barco a la espera de entrar en un puerto seguro, el «Ocean Viking» de Médicos Sin Fronteras, otra muy meritoria ONG.

Y no faltan, como siempre, quienes compiten con el ministro italiano Salvini. Por los votos mata, literalmente mata.

El Papa debería prohibir que reciba los sacramentos.