Sistemáticamente, cada verano, desde hace varios años, se produce un escalofriante repunte de asesinatos machistas que pone el foco de la actualidad en la violencia de género. Así ha venido ocurriendo durante los últimos veranos y también ahora, con dos polémicas que, aunque de distinta naturaleza, se refieren al tratamiento que los Poderes Públicos dan a la violencia machista que se ejerce sobre las mujeres: la real y la simbólica.

La Junta de Andalucía pone en marcha una campaña que rompe deliberadamente todos los consensos alcanzados en décadas de lucha contra la violencia de género desde las distintas instancias públicas. Si bien es cierto que no todos los partidos han dado la misma prioridad a las políticas de igualdad, conceptualizar la violencia que se ejerce sobre las mujeres por parte de los varones como la consecuencia última de la desigualdad no era objeto ya de controversia. Ahora, el Partido Popular comparte con la ultraderecha un terreno en el que no debería sentirse cómodo, pues está siendo cómplice de una estrategia que solo pretende hacer ruido y sembrar la crispación desde posiciones ideológicas reaccionarias, movidas por el resentimiento ante el avance del feminismo en la sociedad. Ciudadanos, simplemente, se mantiene donde siempre ha estado.

Se trata de una deriva grave y peligrosa que obligará a mantener la tensión (en la calle, en los medios de comunicación?) para defender el terreno conquistado, que provocará la simplificación de un problema que es por su naturaleza, complejo, radicalizará los mensajes y estimulará -como ya ha sucedido- iniciativas políticas efectistas, movidas por la efervescencia y la indignación del momento, que no son fruto de la reflexión ni responden el objetivo de mejorar los mecanismos de atención y prevención de esta violencia. No conviene tanto ruido en un ámbito tan importante donde nos jugamos tanto como sociedad. Nada menos que la vida de muchas mujeres.

En estas, llega C. Tangana, y el debate sobre la libertad de expresión, los límites de lo admisible en el ámbito artístico en lo que respecta a la dignidad de las mujeres. Debate interesante y complejo que está ocultando otro debate que quizá es el que debería haberse suscitado: todavía no se articulan en las Administraciones estrategias claras de prevención de la violencia machista y de promoción de la igualdad de mujeres y hombres. Las políticas de igualdad son el reino de la confusión, el parche y la improvisación.

No estoy segura de si es un error o no cancelar el concierto de C. Tangana, pero no me cabe duda de que fue un grave error contratarlo. La inclusión de este cantante en la programación seguro que pasó unos trámites, fue gestionada en varios departamentos? y nadie reparó o a nadie le pareció inapropiado ofrecer a las y los jóvenes de la ciudad un espectáculo en el que un joven famoso, un posible referente para muchos chavales, dice cosas como: «ojalá te mueras, puta» o «solo me quieres si te hago mal». Y no, no es lo mismo «rapear» estas frases, que el machismo de las letras de Sabina (ejemplo recurrente) o el de los boleros. Porque los límites son inevitables para gestionar la convivencia, y tan necesario es saber contextualizar e interpretar los códigos machistas del amor romántico en el arte a lo largo de la historia, sin proscribir ni censurar por ello obras que poseen un valor artístico, como entender, hoy, que las instituciones tienen una responsabilidad en la trasmisión de valores que acaban construyendo identidades de género y que hay una violencia simbólica que es la antesala de la violencia física. Con dinero público no se puede hacer apología de la dominación masculina. El dinero público se malgasta si se programa un taller de prevención del sexismo por la mañana en un instituto y un concierto de C. Tangana por la noche?

Los Pactos contra la Violencia de Genero, Autonómico y Estatal prevén presupuesto destinado a medidas de prevención. Y ese dinero hay que gastarlo bien, porque es escaso. Por eso es necesario diseñar campañas con objetivos claros, que respondan a una estrategia coherente, que incidan en aquellos aspectos que los datos y la investigación evidencian como más urgentes. El Observatorio contra la Violencia de Género del CGPJ en su último informe afirma que el porcentaje de denuncias que provienen de familiares o del entorno de la víctima se sitúa entre el 5% y el 7%. ¿Acaso estos datos no merecen una campaña de sensibilización dirigida no específicamente a las mujeres sino al conjunto de la sociedad? Por poner solo un ejemplo.

Es muy grande el reto que tenemos que afrontar y sólo tendremos éxito si conseguimos aislar a las y los negacionistas de la violencia de género, devolver a posiciones sensatas y constructivas a quienes nunca debieron dejarse arrastrar por «el lado oscuro», mantener el consenso social alcanzado en torno a las reivindicaciones del movimiento feminista,- desde el respeto a la pluralidad y sin dogmatismos-, y articular políticas de igualdad que tengan un reflejo real en las prioridades públicas, y que respondan a una estrategia clara, articulada desde la profunda convicción de que el terrorismo machista es la consecuencia última de la desigualdad estructural entre mujeres y hombres y del sexismo de la sociedad.