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Quimeras que salvan vidas

Dos experimentos logran significativos avances en el cultivo de órganos humanos, destinados a trasplantes, en animales

En la mitología clásica, la quimera era un animal fabuloso con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente. Un modelo de hibridación que ahora, cientos de años después, ha prestado su nombre a una técnica científica que puede revolucionar la medicina y, concretamente, las técnicas de trasplante de órganos. En las últimas semanas, dos investigaciones científicas, una liderada por el español Juan Carlos Izpisúa y la otra por el japonés Hiromitsu Nakauchi, han supuesto relevantes avances en este campo, que permitiría "cultivar" órganos a medida del receptor en cuerpos de animales. Pero esta técnica plantea dudas éticas y problemas técnicos aún por resolver. "La clave para que sea viable", explica el doctor Carlos López Larrea, catedrático de Inmunología de la Universidad de Oviedo y jefe de servicio de esta especialidad en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), "es vencer totalmente la barrera del rechazo".

En la carrera científica por lograr una quimera compatible, el equipo de Izpisúa lleva cierta delantera, gracias principalmente a la laxitud de las autoridades chinas para realizar experimentos genéticos. Este proyecto, en el que participan científicos del Instituto Salk de Estados Unidos y de la Universidad Católica de Murcia, se desarrolla precisamente en China para sortear las trabas legales de los países de occidente y poder trabajar con embriones quiméricos durante 14 días, la frontera ética que se ha marcado la comunidad científica para este tipo de investigaciones. Esto es: los embriones se tienen que eliminar antes de que la gestación se lleve a término. En experimentos anteriores, el equipo de Izpisúa haba grado crear quimeras de ratón y rata. También se trató, en 2017, de crear una quimera entre humano y cerdo, pero no se logró que las células humanas "agarrasen" en el embrión del animal. Ahora, lo que ha logrado el equipo de Izpisúa es un híbrido entre humano y mono. En todos estos casos, no se trata de hacer un híbrido propiamente dicho. Nada de experimentos como los que ideó H. G. Wells en su novela "La isla del Dr. Moreau". Se trata de introducir células madre de personas en embriones de animales para que estas bestias desarrollen órganos compatibles con el donante de las células madre, que después puedan servir para realizar un trasplante. Pero la técnica no es para nada sencilla. "En principio, esos órganos no producen rechazo debido a los antígenos de incompatibilidad. Porque los que desarrollan son los propios del donante, ya que se usan sus células madre", explica López Larrea. En otras palabras: en los cuerpos de esos animales se estarían cultivando órganos a medida del futuro receptor.

Pero el problema es que la frontera del rechazo no se ha podido superar del todo: "Al usar esas células madre para desarrollar los órganos, se supera la barrera de la compatibilidad de los órganos. Pero hay un problema adicional: los azúcares propios de la especie y los distintos grupos sanguíneos. Es lo que se llama el problema de la glicosilización de las proteínas, los azúcares específicos que modifican estos antígenos de compatibilidad o histocompatibilidad. Hay que vencer totalmente la barrera del rechazo". Larrea precisa, en todo caso, que sus apreciaciones son de carácter técnico, y que no entra a valorar las posibles repercusiones éticas de estos experimentos. Las dudas en este terreno son, precisamente, las que han frenado la investigación en torno a las quimeras en muchos países. Pero eso tiene visos de cambiar. Días atrás, el Gobierno de Japón dio luz verde para que el científico Hiromitsu Nakauchi, que dirige un equipo formado por especialistas de las universidades de Tokio y Stanford (California, Estados Unidos), iniciase experimentos con quimeras en suelo japonés.

El proyecto de Nakauchi pasa por cultivar células humanas en embriones de ratón y rata, para posteriormente trasplantar esos embriones en otras especies animales. En un primer momento, Nakauchi respetará esa barrera de los 14 días, tras los cuales se eliminarán los embriones. Pero el científico ya ha avanzado que, en un futuro, solicitará el permiso para cultivar embriones híbridos en cerdos por un tiempo de 70 días. Un margen ampliado que el científico japonés considera necesario para poder avanzar en el desarrollo de las quimeras y lograr que, en un futuro, los xenotrasplantes, los trasplantes de órganos entre distintas especies, sean una realidad

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