El año 2019 nos está acompañando con unas cifras espectaculares en hechos violentos de todo tipo que suponen un símbolo reflejo de la espiral de violencia que acompaña a la sociedad en los últimos años. Y la prueba es que cada semana los medios de comunicación nos anuncian hechos de casos donde la gravedad del que se anuncia supera al anterior.

Pero la violencia la estamos viendo desde la escala de mayor gravedad de ataques contra la vida, en algunos casos acompañados, además, de ataques contra a libertad sexual, hasta la de menor gravedad, y que llevaría hasta la violencia que suponen los actos de mala educación de todo tipo. Porque eso también es violencia o, al menos, es una prueba más de que una parte de la sociedad ha dado un giro hacia el desprecio por lo que siempre ha presidido la conducta de las personas, que es el respeto a los demás y la educación. Y es que cuando se empezaron a perder estos dos valores es cuando se empezaron a sentar «las bases» del incremento de la violencia en sus más variadas manifestaciones.

En esta línea, cuando hace unas semanas nos referíamos al incremento de la violencia contra profesores y profesionales sanitarios añadimos a la violencia vial, la de género, doméstica, la de índole sexual, la violencia en comunidades, y la generalizada violencia verbal que vemos todos los días en el maltrato que de forma generalizada se ejerce por algunas personas hacia otras. Así, sin más. Porque la falta de la educación y del respeto a los demás, a lo que piensan, a lo que son, o la forma de ser de los demás, así como a la libertad, es lo que ha dado lugar a la dictadura de la violencia como forma de manifestación habitual por algunas personas. Porque la violencia tiene sus grados de ejercicio, pero se empezó en esta sociedad por perder la educación y el respeto y se ha llegado a la ola de criminalidad desatada y de violencia que estamos viviendo en la actualidad.

Por ejemplo, solo en datos de violencia de género, la Fiscalía abrió en 2018 un total de 89.056 diligencias por delitos de violencia de género, lo que representa casi 10.000 más que el año anterior cuando abrió 79.434, según el avance estadístico de la Memoria anual de la Fiscalía General del Estado. Pero en el resto de casos ocurre exactamente lo mismo. Y no hace falta remitirnos a las frías estadísticas que, de todos modos, siempre nos dan una dimensión de la realidad con cifras, ya que solo hace falta ser un poco observador para apreciar y detectar lo que está pasando desde una perspectiva sociológica, que no estrictamente jurídica, ya que no se trata ésta de una percepción desde un punto de vista de autoría en casos individuales, evidentemente, sino de una percepción sociológica acerca de los hechos que se están viendo cada día. Y no hace falta ser un técnico en la materia, sino con observar lo que está ocurriendo. Porque cualquier lector será un observador imparcial que desde la propia experiencia podría narrar casos y sucesos que ha podido vivir en primera persona de hechos de mala educación hacia él o ella, o sus amigos y familiares y de faltas de respeto, que constituyen y se erigen en la antesala de la violencia.

Además, como son secuencias y hechos que se repiten y transmiten en sus manifestaciones diariamente, ya nada acaba por sorprendernos cuando se escuchan los que los medios nos explican con detalle cada día.

Con ello, las soluciones se enraízan en una regeneración de la sociedad y por apostar por recuperar desde el principio valores propios de una sociedad civilizada que se han ido perdiendo y degradando. Y ello, con independencia de las propias del mundo del derecho que en este caso no vamos a tratar, pero sin olvidar que ahí tendríamos que hacer profundas reformas de varios textos legales y organizativos en distintas áreas. Y es que, aunque no nos hayamos ido dando cuenta, es ahí donde comenzamos a perder este partido. La clave pasa, pues, por resetear a la sociedad entera, con más apuestas por la asignatura del respeto, de la educación y de la tolerancia «0» frente a cualquier tipo de manifestación. Porque en esas asignaturas hemos suspendido en esta sociedad ahora mismo.

Estamos a tiempo para pedir un nuevo examen de todo este tema tan importante para la convivencia. Pero para ello nos tenemos que poner las pilas todos. Y cuanto más tarde lo hagamos más seguiremos viendo los graves episodios de violencia que se repiten sin cesar. Y para asombro de todos por su desatada forma de ejercerse.