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Activismo social

Últimamente ha salido del armario la actividad de activista, que antes habitaba el admirable mundo paralelo del contrapoder. Se trata de una legalización en toda regla, pues ya figura en tarjetas de visita y hasta en currículos. La de activista es una actividad muy respetable, que el sistema debería recibir con los brazos abiertos, como el activista Cristo recomendaba que se hiciera con el hijo pródigo. Ahora bien, ¿cuál es el momento justo, o el rito de paso, en que se produce la legalización del activista? En mi opinión ese momento sería aquel en el que el activista pasa a depender de forma más o menos estable, y de modo directo o indirecto, de un presupuesto público. Es verdad que la instalación del activista en las cuentas públicas puede atemperar su activismo, con lo cual podría llegar a perder sentido su profesión, pero siempre habrá activistas extracontables que tomen el relevo.

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