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Tribuna

García Solera, almas y bestias

Cuando, al informarme Juan Ramón Gil a las 9.07 de la mañana del fallecimiento de García Solera, me ha venido un rápido pensamiento a la cabeza: en algo más de un año dos almas de la Diputación, Valenzuela y él nos han dejado. Juan Ramón me ha dicho: «¿Por qué no escribes sobre eso?» Y, con ostensible falta de humildad, he aceptado el reto. Tras hablar con Javier, su hijo, le he contado la conversación anterior y hemos coincidido en su padre y en Valenzuela: almas de la «dipu» y dos bestias que, juntos, levantaron sueños y memorias de alicantinos.

Crecí en el Complejo Vistahermosa. Mis mejores recuerdos de infancia. Ay, mi Complejo. Tuve la oportunidad, siendo presidente Ripoll, de coordinar la finalización del ADDA como diputado de Obras. Y después, como director de la Cámara de Comercio, recepcioné la finalización del Palas. ¿Para qué llamarlo sede de la Cámara o servicio de atención al ciudadano del Ayuntamiento cuando todos le llamamos Palas?

Así que algunos de los episodios más bonitos de mi vida están directamente ligados a García Solera. Funcionario en excedencia de la Diputación como arquitecto (que conste) y creador entre otras muchas cosas del Hogar Provincial.

Subía con mi coche a Gráficas Díaz a recogerle la firma de la recepción del Palas. No iba yo a hacer que viniera él a mi despacho. Estaba en el despacho de Antonio, para variar. Entre la niebla-bruma del humo del puro de Antonio se les divisaba apenas a los dos. Hablando de Alicante, para variar. De su pasado, de su futuro, de su imagen, de sus proyectos. Me senté, escuché por enésima vez una conversación eterna, permanente, incansable, siempre inacabada entre los dos. Hablaban como si yo no estuviera. Embelesados, soñando, proyectando. Y yo, además de toser, rezaba por retener las reflexiones de dos almas, de dos bestias.

Hoy, en el día de su despedida, y ya sentado junto a Antonio, entre el humo de las nubes, siguen charlando y nos observan. «¡¡A ver qué hacéis por Alicante!!», parecen decirnos. Aquí quedan sus obras y su alma. Ahora somos nosotros los llamados a rugir como bestias. En memoria y en honor de aquellos que soñaron y crearon Alicante. Ya están en ese parnaso junto a tantos otros.

Descanse y nos vigile en paz García Solera.

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