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Von Humboldt, un pozo sin fondo

Los 250 años del nacimiento de un polímata creador de una nueva forma de entender la Naturaleza en su conjunto

El aristócrata, científico y explorador prusiano Alexander von Humboldt (Berlín, 1769-ídem, 1859) nació en el seno de una familia adinerada de la nobleza durante el reinado de Federico II el Grande. Creció entre gente culta amante de las artes y recibió una esmerada educación pluridisciplinaria a cargo de destacados intelectuales de la Ilustración, decantándose sus preferencias hacia las ciencias naturales (geografía, geología, mineralogía, vulcanología, zoología, botánica) aderezadas con otras como la etnografía, antropología, física o humanismo. Estudió en la Escuela de Minas de Freiberg -la universidad de metalurgia y minería más antigua del mundo- desarrollando sus inicios laborales como funcionario público de Prusia, pero pronto renunció al cargo y se dispuso a realizar viajes científicos al amparo de su formación erudita, gran vocación aventurera y boyante estatus económico. Constituye un ejemplo de hombre de ciencia a imitar, pues aunque su figura está hoy algo postergada -lo que resulta paradójico ya que su apellido da nombre a multitud de hechos relacionados con la naturaleza en muchos lugares del globo- llegó a ser el naturalista más significativo en su tiempo. Publicó su primer libro en 1790 sobre los basaltos del río Rin y a este innovador se le atribuye la invención de las isotermas e isobaras, popularizadas por el hombre y/o la mujer del tiempo, y el descubrimiento del ecuador magnético de la Tierra. Convirtió la indagación científica en narrativa poética, inspirando a muchos autores posteriores. Hace escasas fechas se editó un interesante libro titulado "La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt" (Taurus, 2016), obra de la profesora Andrea Wulf, del londinense Royal College of Art, en la que se recoge una exhaustiva información biográfica y sobre las andanzas de este visionario considerado como el "padre de la geografía moderna universal". Mantuvo una relación social con personajes científicos y políticos muy importantes de su época: Johann Wolfgang von Goethe, Georg Forster, Friedrich Schiller, Simón Bolívar, Thomas Jefferson, Charles Darwin, etc. Con treinta años de edad realiza una breve estancia de seis días en las Islas Canarias, acompañado por el médico y botánico francés Aimé Bonpland. Pateó los alrededores de Santa Cruz de Tenerife, La Laguna, La Orotava y el pico del Teide, paisajes donde practicó varias mensuraciones astronómicas, trigonométricas y barométricas, notables consideraciones botánicas, así como apuntes de la población aborigen. Era un apasionado por las mediciones, por lo cual solía llevar como equipaje un buen número de equipos de alta precisión. El 25 de junio de 1799 zarpó rumbo a América (entre otros países, visita Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y México), donde permaneció cinco años, para hurgar sobre la geografía, clima, flora, fauna, vulcanismo y efectuar observaciones acerca de las corrientes oceánicas de la costa pacífica y del campo magnético terrestre. A su regreso se establece en París dedicándose a repasar y ordenar los ingentes datos obtenidos en su periplo viajero por las colonias españolas, cuyos resultados saca a la luz en una colección titulada "Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente". Sin embargo, su obra culmen fue "Cosmos. Ensayo de una descripción física del mundo", un hito genérico de la divulgación que empezó a escribir a los 76 años; en ella compendia los conocimientos del mundo físico que había estudiado, a los que acompaña su ideario filosófico, incluyendo aspectos fundamentales de vigente actualidad: libertad del hombre, derechos humanos, respeto entre las diferentes culturas y la universalidad del conocimiento. Y lo que es singular y paradójico, nuestro polivalente personaje falleció el mismo año en que Darwin publica "El origen de las especies", donde esclarece algo que obsesionaba a Humboldt: la razón última de la unidad de la naturaleza. Tras su muerte se crea la prestigiosa "Fundación von Humboldt" con el propósito de promover la cooperación científica entre investigadores extranjeros y alemanes, fomentando las becas postdoctorales de los mejores expedientes académicos.

Constituye un ejemplo de hombre de ciencia a imitar, aunque su figura está hoy algo postergada: convirtió la indagación en narrativa poética, inspirando a muchos autores

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