No nos engañemos: el desplome en la cotización del yuan que vimos en la sesión del pasado lunes 5 de agosto es un acontecimiento que lleva a la guerra comercial a una dimensión más peligrosa.

Ya no se trata de dilucidar si la caída de la divisa china responde a una actuación deliberada de las autoridades o si, como se encargó de apuntar el banco central asiático, tiene que ver con los efectos de la guerra comercial. Lo verdaderamente relevante es que pone de manifiesto que los aranceles no son la única herramienta de presión a disposición de la segunda economía más grande del planeta.

En el arranque de la semana, el dólar alcanzó la cota de los 7 yuanes por primera vez desde 2008, en el movimiento de depreciación de mayor intensidad de los últimos años, que sorprendió a los inversores por su magnitud, desencadenando un proceso global de gran aversión al riesgo. Algunos analistas apuntaron al anuncio de represalias comerciales chinas sobre los productos agrícolas estadounidenses como causa del pesimismo inversor, pero el factor fundamental fue sin duda el brusco cambio en el valor de la divisa china, que nos recordó al convulso mes de agosto de 2015, cuando las autoridades monetarias del gigante asiático anunciaron una depreciación del 2% en el valor del yuan.

Las guerras comerciales no son tan buenas y fáciles de ganar como creían algunos

Estados Unidos se ha apresurado a etiquetar a China como manipulador de divisa, pero lo cierto es que la depreciación del yuan es también una consecuencia directa de la guerra comercial. La imposición de aranceles a las exportaciones chinas implica una menor actividad comercial con Estados Unidos y las grandes empresas exportadoras chinas pueden cambiar una menor cantidad de dólares por yenes, lo que acarrea debilidad en la moneda doméstica al reducirse el superávit comercial chino frente al país norteamericano. Lo más probable, por tanto, es que ante la amenaza de nuevos aranceles del 10% a 300.000 millones de dólares de productos chinos a partir del 1 de septiembre, la autoridad monetaria asiática se haya limitado a dejar actuar a las fuerzas del mercado, ya que en un escenario de mayores tensiones comerciales, China no tiene ningún incentivo para complacer a Trump y probablemente haya querido emitir un aviso a navegantes.

Las consecuencias negativas de este nuevo escenario son básicamente dos: en primer lugar, se pone de manifiesto que China no va a aceptar con facilidad la totalidad de las exigencias comerciales de Estados Unidos y se aleja la probabilidad de un acuerdo comercial rápido y duradero, al tiempo que deja claro que las guerras comerciales no son tan buenas y fáciles de ganar como creían algunos.

Por otra parte, sin que importe si se trata de una devaluación o de una depreciación de la divisa china, lo cierto es que la volatilidad del yuan responde a la amenaza arancelaria y, por lo tanto, agrega más incertidumbre a las perspectivas económicas y de mercado. Al mismo tiempo que se reducen las probabilidades de pacto entre las dos potencias, aumentan las del escenario alternativo, que pasa por un empeoramiento adicional del entorno comercial, que seguiría presionando un ciclo de crecimiento global que ya genera dudas entre los inversores. La respuesta natural es una mayor prima de riesgo en los activos financieros y, tal vez, mayores recortes de tipos por parte de la Reserva Federal.

En algún momento, no obstante, el mercado encontrará un nuevo equilibrio y se normalizará la cotización del yuan (a China tampoco le interesa una fuerte depreciación de su divisa, ya que podría acarrear una fuga desordenada de capitales extranjeros del país), pero es bastante probable que la volatilidad se mantenga en cotas elevadas durante las próximas semanas. En las últimas horas, el banco central chino ha dado pasos para estabilizar su divisa y ha asegurado al mercado que la debilidad del yuan no irá más allá, pero la reciente decisión de Estados Unidos de posponer indefinidamente el otorgamiento de licencias a aquellas compañías estadounidenses que quieran hacer negocios con Huawei, alegando que China había incumplido los términos de la tregua comercial acordada en Japón entre Trump y Xi Jinping, nos muestra que la tensión comercial no tiene visos de relajarse en el corto plazo y que probablemente nos espere un mes de agosto cargado de incertidumbre en los mercados financieros mundiales.