No me cabe ninguna dudad de que tenemos idealizado el verano. En teoría vivir con calor te hace la vida más fácil, pero siempre que las temperaturas no sean tan extremas que no te dejen ni respirar. Nuestras emociones son caprichosas a la temperatura y con mucho calor se alteran, apareciendo las más desagradables. El calor nos suele aumentar la agresividad y la ira, el mal humor general y nos aleja de las conductas agradables como la amabilidad, la empatía o el altruismo.

Nuestras relaciones sociales veraniegas se suben en una montaña rusa en función de la cantidad de calor a la que estamos sometidos. Lo más curioso es que existe una confluencia emocional entre los que se encuentran en un mismo lugar. En aquella gloriosa época donde los coches no tenían aire acondicionado o climatizador -algo impensable en nuestros días- estar en un atasco significaba la guerra. Todos los motores en marcha aumentando la temperatura ambiente, los conductores encabronados con las ventanillas bajadas y la agresividad a flor de piel.

La confluencia emocional durante el verano se apoya en diversos elementos que aumentan de una forma drástica la adversidad. Al ser tiempo de vacaciones generalizadas la primera consecuencia es convivir con las multitudes. El turismo se ha convertido en un mal globalizado, hasta tal punto que se tienen que restringir los accesos a determinados lugares. Las playas abarrotadas se transforman en vertederos emocionales. Los niños, sin mucho control, se desperdigan por doquier consiguiendo que los adultos se desquicien.

Pero lo más peligroso del verano no son estas menudencias descritas o el sol, que también, sino las explosiones emocionales. Se genera un caldo de cultivo que se alimenta de varios ingredientes, por una parte el calor y, por otra, la cantidad de tiempo que pasamos en compañía de los nuestros sin nada que hacer. La agresividad, el mal humor, la ira contenida o desatada se transmite a los demás generando una cadena emocional destructora.

La peor de las confluencias emocionales se instala en las relaciones de pareja. Sin ánimo de ser muy agorero, las estadísticas son rotundas, cuando más trámites de separación y divorcio se tramitan es tras el verano. Recapitulando, hace mucho calor, estamos demasiado tiempo juntos, hay gente por todas partes, no tenemos nada que decirnos que no nos hayamos dicho ya, a uno le gusta el monte y al otro la playa, el humor está retorcido y los niños no paran de dar la murga. En conclusión tenemos las emociones revueltas y necesitamos un descanso emocional completo.