El sanchismo y sus socios de la moción de censura utilizaron la famosa foto de Colón para desacreditar al centroderecha por las amistades peligrosas. Como consecuencia de ello, la explotación propagandística del fenómeno Vox influyó decisivamente en las últimas convocatorias electorales. El PSOE, además, sacó rédito en las urnas de la fragmentación del voto de la derecha. Nadie en su sano juicio se atrevería a negarlo.
Bueno, pues el PP y Cs se disponen ahora a contrarrestar la ventaja proyectando la imagen inquietante de los cómplices de ETA que facilitaron la investidura de la candidata socialista en Navarra después de haber impedido que gobiernen los constitucionalistas, ganadores de las elecciones. No hay más remedio que sospechar que los bilduetarras, el resto de los nacionalistas filovascos que votaron a favor de Chivite y sus compañeros de viaje de Podemos impulsarán, como contrapartida, la euskaldunización de la comunidad foral. Cae tanto por su peso que ha empezado a escribirse en los renglones de la historia.
La política se detiene mientras la propaganda prosigue. Ayer fue Vox y hoy es Bildu. La máquina de desenmascarar al adversario forma parte esencial de cualquier estrategia partidista. La izquierda se lamenta de la utilización por la derecha de la violencia etarra y de los homenajes a los terroristas. La derecha, a su vez, rechaza la instrumentación que la izquierda hace de la memoria histórica y del precedente franquista de Vox. Antes se conocía por agitprop y ahora ha pasado a llamarse, de manera grandilocuente, relato.
Las de Colón y Navarra han sido dos fotos elocuentes e inoportunas, aunque el riesgo asumible de lo que representan no sea el mismo. No es probable que Vox tenga el poder de retorcer la política del país hacia sus fines. Sí lo es, sin embargo, que los nacionalistas, que tienen la sartén por el mango, puedan cambiar el destino de Navarra en un futuro inmediato.
