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Lorena Gil López

A contracorriente

L. Gil López

Cuidado, mandala peligroso

Trato de inculcar a mis pitufos de 7 y 5 años valores como la igualdad, el respeto a los demás y la tolerancia. A veces me encuentro con piedras por el camino, por ejemplo, cuando les digo que chicos y chicas somos iguales, que ningún hombre es más que una mujer, les explico que hay que respetar a todas las personas, sean de la religión que sean, y vamos a un restaurante a comer y en la mesa de al lado tengo que escuchar comentarios del tipo «los moros a su casa, aquí vienen a robar». O cuando les llevo un rato al parque y algún padre suelta que «los negros deben ir con cadenas».

Sí, son valores que creo que deben guiarnos, pero en esta sociedad, en este mundo que nos empeñamos en complicarnos, cada vez resulta más difícil. Cómo si no entender que una mujer sufriera los ataques del miembro de un tribunal en una oposición a, nada más y nada menos, profesor. Resulta que María Sánchez, con veinte años de docencia a sus espaldas, apareció con un tatuaje en su cabeza, que se realizó en su día porque tiene una enfermedad, alopecia areata universal, a lo que se suma la despigmentación de la piel. Tamaño sacrilegio por parte de María, a juicio del ilustrado miembro del tribunal, que considera que del mandala en el cráneo deben desprenderse señales peligrosas, que impedirían que la mujer enseñe valores a sus alumnos. «Para empezar les enseño valores de no discriminación, de igualdad y a luchar por sus sueños», afirmó a este diario rota de rabia y dolor por la exclusión sufrida.

Para no quedarse cortos con lo que es capaz de transmitir el mandala, que debe ser para el miembro del tribunal la imagen de satanás, el diablo y el infierno juntos, se le hizo ver también que su imagen, con semejante tatuaje, distorsionaba el servicio. Claro que sí, es lo primero que pienso cuando veo a algún camarero con un tatu, que de ahí va a salir un cuchillo,

Y no es el único caso, un aspirante trans a maestro, en este caso de Música, fue requerido por el tribunal para que certificara con un informe médico su género. Menudo osado, no sé en qué estaría pensando en pleno siglo XXI para no llevar encima el documento. Y por si esto no fuera suficiente humillación, tras preguntarle cómo quería que se le llamara, la víctima de esta discriminación de género contestó que era hombre, pero se lo pasaron por el forro de la maldad y la ignorancia y se dirigieron a él como mujer.

Los dos habían pasado las fases teóricas con las mejores notas, pero en la parte presencial se quedaron bloqueados con el comportamiento del miembro del tribunal, que pisoteó la ilusión, esperanza y dignidad que tanto esfuerzo les había costado conquistar.

En fin, una se esfuerza día a día en enseñar valores a sus pequeños para que de un plumazo llegue el tribunal de una oposición a Educación y lo tire todo por la borda.

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