El fracaso de la investidura de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno me ha dejado sabor amargo. Podemos ha rechazado la oferta del PSOE de una vicepresidencia para Irene Montero, además de los ministerios de Igualdad, Vivienda y Sanidad (se habló también de Universidades), con la excusa de que se trataba de ministerios con «poco contenido». Comparto -sorprendentemente- las palabras de Gabriel Rufián dirigiéndose a la bancada de Podemos: «Entren en el Gobierno y demuestren que son mejores y cóbrenselo en las próximas elecciones». Es más, si como afirman desde Podemos, el PSOE nunca quiso acuerdo, más motivos para haber aceptado una oferta que Gaspar Llamazares confesó que aceptaría en una tertulia televisiva la misma mañana del jueves. Convencida de que el resto de carteras son importantes y tienen incidencia en la vida de las personas, ¿era Igualdad un ministerio florero para el PSOE o más bien, ofrecía su joya de la corona?

Igualdad no es un ministerio cualquiera, por muchas razones. Si hacemos un poco de historia, el Ministerio de Igualdad se creó en 2008 durante el segundo mandado del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, que le dio este rango a las políticas de igualdad por primera vez en la historia de España. Se atendía así a una reivindicación histórica del feminismo impulsando las políticas recogidas en la Ley para la Igualdad y en la Ley Integral contra la Violencia de la Mujer. Bibiana Aído se convertía en la primera ministra de Igualdad de la democracia y, aunque en los sucesivos gobiernos las competencias de igualdad se han integrado en diferentes carteras, la igualdad ha aparecido en la nomenclatura. Este acuerdo de gobierno permitía también recuperar la titularidad única del ministerio. Pero es que, además, quien conozca un poco el tema, sabrá lo que representa para el PSOE. La igualdad y el feminismo son un auténtico puntal del socialismo porque, le pese a quien le pese y dando por hecho que las conquistas sociales son victorias colectivas, ha sido con un gobierno socialista cuando nuestro país ha alcanzado derechos históricos -las mencionadas Ley de Igualdad y Ley de Violencia contra la Mujer- y es también con un gobierno socialista cuando hemos sido portada de periódicos internacionales por avances como tener el primer consejo de ministros paritario de la democracia o un consejo de ministras compuesto por mayoría de mujeres, así como la Ley de Salud sexual y reproductiva o el compromiso del PSOE de una ley que proteja los derechos LGTBI. Por tanto, ofrecer la competencia de Igualdad a Podemos para un pacto de gobierno ha sido una cesión importante, me atrevería a calificarla casi de traumática para su propio electorado. Tengamos en cuenta, por ejemplo, los debates candentes que existen dentro del Feminismo entre sectores del PSOE y sectores de Podemos. Creo que, con un poco de frialdad y distancia, el acuerdo podía ser aceptable. Si analizamos las áreas del Ministerio de Igualdad, comprobamos que no se trata de un tema baladí; así lo afirmaba la secretaria de Estado de Igualdad, Soledad Murillo en un tuit: «Del Ministerio de Igualdad depende el Instituto de la Mujer, la Delegación de gobierno contra la Violencia de Género, la Dirección general de Igualdad de Trato y Diversidad sexual, además de los fondos del Pacto de Estado. ¿Cómo va a ser una María?».

Pues eso, cómo va a ser una María la igualdad entre hombres y mujeres si, hoy, un señor se permite calificar (o descalificar) a una mujer para un cargo político fijándose en sus axilas antes que en sus ideas; cómo va a ser una María la igualdad entre hombres y mujeres si, hoy, es noticia el pelo, la vestimenta, los zapatos, hasta la pareja (o ausencia de ella) de nuestras políticas. Es indignante, agotador y decepcionante y revela lo que queda por recorrer. El feminismo, la igualdad -y los debates que generan- están presentes en nuestra sociedad, y eso es bueno. Necesitamos más igualdad, ejercida desde la convicción y creando las complicidades necesarias para frenar la cruzada reaccionaria que han emprendido los tres partidos del bloque de la derecha -sigo sin entender qué hace Ciudadanos en esa unión, tal y como se lo recrimina el sector disidente de su partido-. Con mayor o menor grado de convicción de cada una de las partes, allá donde han unido sus alianzas de gobierno cuestionan cosas inimaginables que afectan a las mujeres, a la igualdad de derechos, temas que afectan a las libertades de las personas como son la violencia machista y el vergonzoso titubeo que los representantes políticos de Vox mantienen en los actos de repulsa por asesinatos machistas; la diversidad sexual, pensando que unos cursillos curan la homosexualidad, considerada por ellos una anomalía; el modelo de familia, priorizando el heterosexual, o dudando de la brecha de género que hasta la CEOE ha aceptado.

Estos son algunos de los contenidos, peligros y desafíos a los que se enfrenta la igualdad. Era una oportunidad -perdida- para un gobierno de izquierdas y aunque no fuera el mejor para algunos, era el único posible. Hay gente -dentro y fuera de la política y desde diferentes sectores- que no se cree eso de «la Igualdad». Hay incluso mujeres que no creen en ella, por ello, con más motivo tenemos que defenderla y practicarla. Sólo así conseguiremos avances de los que se beneficiarán incluso los y las descreídas.