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California, una zozobra sin fin

Los recientes terremotos son los más importantes de los últimos veinte años

Según el USGS (Servicio Geológico de Estados Unidos) el 4 de julio -coincidiendo con el Día de la Independencia de ese país- se registró en el sur de California un temblor de magnitud 6,6 en la escala de Richter, con una duración de 10 segundos. El epicentro estuvo ubicado en el contorno de Searles Valley, cerca de Ridgecrest, una localidad cercana al desierto de Mojave, a unos 250 kilómetros al norte de Los Ángeles. La proximidad del foco a la superficie, a una profundidad de 10,7 km., propició que sus efectos pudieran apreciarse en toda el área de Los Ángeles y en Las Vegas (Nevada). Un nuevo seísmo, pero ahora de magnitud 7,1 -ocho veces mayor- repitió el 6 de julio con epicentro en la misma situación, con una persistencia de unos 40 segundos, y cuyo hipocentro se encuentra a 17 km. de profundidad. El tremor fue seguido en ambos casos por miles de réplicas, algunas de hasta 5,5. Los expertos consideran que se trata de la misma secuencia sismológica, por lo que no se descarta que continúen produciéndose terremotos. Constituyen las sacudidas más intensas sentidas en este entorno desde hace dos décadas. El estado de California es muy propicio a la existencia de notables eventos telúricos, de los cuales existen evidencias históricas desde comienzos del siglo XIX, con magnitudes comprendidas entre 7 y 8,25. El más conocido aconteció en 1906 en San Francisco, que llegó a alcanzar un carácter devastador no solo por las ondas sino también por los graves incendios provocados, con una estimación de 1.500 muertos; produjo un desplazamiento horizontal y paralelo a la dirección del plano de falla de hasta 5 metros. Otras vibraciones sísmicas posteriores con notoriedad datan de 1971 (San Fernando, al NO de Los Ángeles), 1989 (bahía de San Francisco) y de 1994 (Northridge, también al NO de Los Ángeles). Los temblores más significativos de este ámbito están relacionados con el archiconocido sistema de fallas de San Andrés, el más temido y peligroso del mundo y, sin duda, el más estudiado y mejor conocido geológicamente, dado que cuenta con una elaborada red de auscultación a base de medidores de deformación e inclinómetros, sismógrafos para registrar seísmos precursores y distanciómetros que utilizan láser para evaluar el movimiento a través de la falla. Este grupo de accidentes tectónicos presenta una orientación noroeste-sureste (paralelos al litoral pacífico) y se desarrolla a través de unos 1.300 km. por gran parte del oeste de California (EE UU) y de Baja California (México). Se trata de fallas transformantes que conforman el límite entre dos placas tectónicas: la Pacífica y la Norteamericana. Son continuos los pronósticos apocalípticos que pregonan los sismólogos alertando sobre la llegada del "Big One", un gran terremoto devastador relacionado con la gran acumulación de energía elástica concentrada en el extremo sur de la falla, cuya liberación podría tener efectos catastróficos en la Costa Oeste de los Estados Unidos. Sin embargo, además de las fallas con la orientación de la de San Andrés, existen otras transversales de rumbo suroeste-noreste. Tal es el caso de la nombrada como Garlock, que limita por el norte el desierto de Mojave (este abarca parte de California, Utha, Nevada y Arizona). Es precisamente en este despoblado paraje, a una distancia aproximada de 150 km. al NE de la falla de San Andrés, donde tuvo lugar la actividad reciente. En California ocurren cada año miles de pequeños temblores, provocados por la existencia de múltiples fallas tectónicas, destacando sobre todas la denominada falla de San Andrés, cuyo extremo meridional centraliza el máximo riesgo, estimándose que dentro de los próximos 30 años podría ocurrir un gran cataclismo que involucraría a este margen continental activo, afectando a ciudades como Los Ángeles y San Francisco.

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