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Una certeza y una duda

Los partidos más proclives a apoyar a Pedro Sánchez no confían en él y prefieren que no concentre un poder desproporcionado

Los dirigentes políticos coinciden en proclamar que, pasado el sobresalto de la crisis, va siendo hora de que la política española recupere la estabilidad y tenga una mínima continuidad, pero lo cierto es que el debate de investidura se ha diluido en una situación indescifrable de incierto final. A la espera de la votación decisiva de hoy, los grupos parlamentarios han dedicado las sesiones del debate a realizar trámites pendientes en el proceso de formación del gobierno, haciendo en unas horas ante los españoles lo que no hicieron en los últimos tres meses. La mayoría de los portavoces no quiso ocultar su perplejidad ante la conducta del candidato. El Congreso ha trasladado el desconcierto de la arena política a la opinión pública, como reflejan cristalinamente todas las portadas de la prensa. Tras la primera votación, es una evidencia que Pedro Sánchez ha sido rechazado por el Congreso para presidir el gobierno. Solo ha podido añadir un voto al de los diputados socialistas y ha recogido un número muy superior de votos en contra. Es su segundo fracaso en una investidura, como él mismo recordó. Esta vez no ha logrado retener el apoyo de ninguno de los partidos que promocionaron el año pasado la moción de censura para sustituir al gobierno del PP. Unos se abstuvieron y el voto de los otros fue negativo. Todos ellos reprocharon a Pedro Sánchez falta de actitud, incoherencia y propósitos poco claros. La explicación ofrecida por los portavoces autoriza a pensar que los partidos en principio más predispuestos a investir a Pedro Sánchez no han votado a favor porque no han querido concederle su mayor deseo, un gobierno con manos libres. La composición del parlamento actual hace muy improbable el relevo del presidente del Gobierno. Por tanto, el candidato que consiga ser investido adquiere una posición casi inamovible. Al solicitar la abstención a todos los partidos, aparentemente sin importarle demasiado que el voto sea favorable, lo que busca Pedro Sánchez es disfrutar, dicho en sus mismas palabras, de "gobierno, estabilidad y legislatura". Y eso es justamente lo que Podemos y los nacionalistas le han negado, al menos mientras no acceda a pactar algunas contrapartidas. La apelación del candidato al sentido de la responsabilidad y al altruismo no les ha convencido. Estos partidos han expresado cierto temor a la aspiración de Pedro Sánchez de concentrar un poder desproporcionado en un gobierno que cuenta con una minoría parlamentaria reducida. Pero la abstención de Podemos, acompañada de exhortos para proseguir con la negociación, mantiene viva la expectativa de que se alcance la investidura. Las condiciones no son propicias para que una coalición de izquierdas dé buenos resultados. Entre el PSOE y Podemos, entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, hay grandes diferencias y mucha desconfianza. Pero a ambos les conviene colaborar por muchas razones, en primer lugar las electorales. En la presente situación, el coste político de no hacerlo sería muy superior para los dos. Y los nacionalistas del PNV y ERC están a expensas de lo que hagan PSOE y Podemos para tomar una decisión. La incógnita sin despejar, de la que depende lo que vaya a ocurrir hoy, gira en torno a cuál es el objetivo estratégico del candidato. Pedro Sánchez procura camuflar sus intenciones, pero el desarrollo del debate de investidura, incluidas las revelaciones de varios portavoces, limita las posibilidades a dos. En el caso de que su mayor objetivo sea formar gobierno, cederá, habrá acuerdo y será investido. Por el contrario, si sus extraños devaneos ocultan la determinación de provocar nuevas elecciones, convencido de que aumentará su fuerza parlamentaria, eso será lo que indefectiblemente suceda. Puede decirse de otro modo: cuando la negociación ya no es más que un regateo por unos ministerios, si no hay coalición es porque la opción preferida de Pedro Sánchez desde mayo ha sido aprovechar la oportunidad de expandir su poder mediante una nueva visita a las urnas. Los españoles opinan y reparten sus apuestas entre el gobierno y las elecciones. Algunos partidos sostienen que PSOE y Podemos tienen el pacto firmado y hacen teatro para disimular, mientras otros aseguran que Pedro Sánchez solo quiere que los españoles vuelvan a votar. Sin información, solo caben conjeturas, especulaciones o una visita al oráculo. La política nacional se ha transformado por unos días en un juego de adivinanzas. Lo único cierto es que, en este momento, la última palabra la tiene Pedro Sánchez, que ya daba por descontada la derrota de ayer.

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