A las siete de la tarde (del sábado) ya estaba el pueblo de bote en bote y casi completos los aparcamientos habilitados en bancales yermos de las afueras recién explanados. La explicación, pues que Busot celebraba por segundo año consecutivo la «Nit dels ciris i música» siguiendo la huella que ha dejado desde hace años esa maravillosa población segoviana de Pedraza.

La nuestra de l'Alacantí no solo llena de miles de velas las vías públicas y lugares más emblemáticos del pueblo sino que lo acompaña de actuaciones musicales para todos los gustos tales como guitarra clásica, recital de barítono acompañado al piano, saxofonista, actuación de un cuadro flamenco, un cuarteto de cuerda, un grupo de jazz, un coro de cámara y la banda de música local, sin olvidar los pasacalles de dulzaina y tamboril así como un mercadillo de artesanía, repartidos por miradores, iglesia parroquial, ermita, calles y plazas.

Todo ello llenaba Busot de color y cultura porque también permanecían abiertos el Museo de Música Étnica que exhibe la colección de instrumentos exóticos de Carlos Blanco Fadol y el Museo Casa Estudio Enrique Lledó donde Lucrecia, una de las hijas de ese gran pintor alicantino, el último 'valerista', enseñaba rincones de un viejo edificio donde muebles antiguos se combinan con óleos del artista que supo plasmar magistralmente rincones de nuestra provincia como el Cabeçó d'Or o Xortà.

Busot es un municipio muy cuidado, limpio -había personas barriendo las calles entre las multitudes-, con fachadas cuajadas de macetas floridas lo que denota el interés de un alcalde popular, Alejandro Morant, por su pueblo. De ahí, deduzco, que en las últimas elecciones sacara el 61% de los votos, seguido a gran distancia por Compromís con el 17% y el PSPV-PSOE con el 13,5% lo que se traduce en ocho, dos y un concejal respectivamente.

Un fenómeno tan reciente ha hecho posible que un día al año un pueblo pequeño, al margen de sus fiestas patronales, bulla, acuda gente de muchos lugares de la capital y comarca, los establecimientos hosteleros estuvieran a rebosar e intuyo que también esa pequeña pero selecta oferta hotelera, lo que supone dinero presente y futuro para sus comerciantes.

Y ya de madrugada, a pesar del viento que fue el único obstáculo para que la noche resultara redonda, pasear por sus callejas a la luz de las velas me pareció de ensueño. Recordaba yo a otro gran pintor como José Pérezgil que solía citar el origen de la palabra velada que no era otro que el de los viejos encuentros, tertulias o festejos que duraban lo que las velas encendidas, cuando no existía la luz eléctrica.

Hay que ver cómo con imaginación y basándose en una experiencia exitosa de otro lugar, ha sabido Busot en solo dos años crear un evento que más que duplicó en número de asistentes la población del municipio proyectándolo al exterior para que no solo sean las Cuevas de Canelobre el atractivo turístico del lugar.