Si en el año 1949 cuando Simone de Beauvoir publicó su libro El segundo sexo, hubiese podido oír o leer las declaraciones sobre el feminismo de la vicepresidenta en funciones, señora Calvo Poyato, creo que pensaría que eso de «no bonita» era producto de un enfado contra alguien o un pegote fuera de contexto, ya que en el 49 la vicepresidenta no había nacido.

Hay demasiados postureos con el tema del feminismo actualmente, y debemos recordar que ya en las Cortes constituyentes de 1931 ya hubo tres mujeres de bandera: Clara Campoamor; Victoria Kent y Margarita Nelken -autora de La condición social de la mujer en España-, que ya nos adelantaban lo que al pasar de los años -ni más ni menos que 78- íbamos a vivir socialmente, la polémica de quién es más feminista en España, y como siempre en este maravilloso país, aparecería aquello de que «pos mira que tú, y tú más».

El feminismo que no deja de ser un movimiento social cuya doctrina es la de mejorar la situación de la mujer en la sociedad y lograr su emancipación a todos los niveles, que tuvo en sus inicios la consecución del derecho de voto, originándose su embrión en la Revolución Francesa y así Olimpia de Gourges, publicó La declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana allá por el año 1791, sin olvidar más recientemente los textos de nuestra Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal entre otras, dentro de un proceso histórico donde la reivindicación por la igualdad ha sido patente.

Hoy, en pleno siglo XXI, después de tantos ríos de tinta sobre el tema, hablar del feminismo como monopolio de las corrientes de izquierda no deja de ser infantil, pero sí hay que reconocer el trabajo, el tesón y el esfuerzo de mujeres como Clara Campoamor, que fue la que apoyó el sufragio universal femenino, que en algún momento de su vida fue militante del partido radical. Y sí, lucha de mujeres, porque entonces sí fue monopolio de las mujeres, ya que ningún hombre destacó en apoyo de esos movimientos.

La lucha para todas esas reivindicaciones está abierta a hombres y mujeres y peleas de patio de colegio -con el permiso de la ONG Plataforma de la Llengua- no deben de apartarnos del último fin, al margen de condicionamientos políticos y si no, véase el enfrentamiento entre Clara Campoamor y Victoria Kent (1931).

Recientemente Edurne Uriarte -catedrática de Ciencia Política- viene a manifestar que «El feminismo radical confunde feminismo con izquierda y excluye a la mitad de mujeres», y efectivamente así lo creo, aunque no sé si son la mitad o un tercio, pero sí me hace recordar a pioneras como Concepción Arenal (1820-1892) que fue adelantada por su lucha por la igualdad y precisamente no era de izquierdas.

Que sigue existiendo desigualdad y discriminación es todavía lamentablemente una realidad actual, y tenemos que ir avanzando, porque queda mucho camino que recorrer entre todos y la igualdad entre hombres y mujeres debe de ser un axioma para todos los partidos políticos del color que sean, ahí está el reto, y así otra gran mujer, Indira Ghandi, dijo algo así como «con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos».