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Momentos de Alicante

Tesoro líquido (IV)

Escena VReunión de amigos

Cuatro y media de la tarde del viernes 1 de diciembre de 1581. En el estudio que Melchor Vallebrera y Burguñó tiene en la planta baja de su morada, se halla este reunido con sus amigos Luis Berenguer y Antonio Venrell.

Los tres han comido en el salón de al lado junto con sus familias. Solo han faltado los dos hijos mayores de Luis: el primogénito, Martín, de 20 años de edad, que está sirviendo como oficial en la guarnición del castillo; y el segundo, Teófilo, que está a punto de cumplir 16 y se encuentra estudiando en el colegio que la Compañía de Jesús tiene en Gandía.

El anfitrión y Luis han hablado un par de veces de comprometer en matrimonio a Martín con la hija mayor del primero, Ángela, de 16 años. Ambas madres, Josefa e Hipólita, se han mostrado entusiasmadas con la posibilidad de emparentar, pero sus maridos llevan la negociación con cautela. Hoy desde luego no abordarán el asunto, por más que Antonio sea un amigo común de entera confianza.

Antonio y Luis fueron dos de los cuatro alicantinos que participaron en la célebre batalla de Lepanto y que volvieron sanos y salvos. En un momento de grave peligro, Antonio invocó a la Santísima Faz. Por ello, cuando regresó, hizo pintar en un lienzo la difícil situación que le comprometió la vida, depositando el cuadro en la iglesia de Santa Verónica. Dos años después se desposó con Josefa Buades, con quien ha tenido dos hijos: Antonio, que va a cumplir 5 años, y Francisco, de 2.

-He de reconocer que estoy aliviado con el parón de las obras del embalse. Las arcas municipales se han vaciado con suma premura y si prosiguiéramos con el empeño acabaríamos todos arruinados -comentó Melchor mientras escanciaba tres copas de fondillón. Luego, entregando dos de ellas a sus invitados, que ocupaban sendas butacas, añadió-: Por otra parte, confieso que mis hilos de agua en la huerta me rentan un gran beneficio, y lo seguirán dando si al final no se concluye la presa.

-El gobernador está muy contrariado, y me consta que el justicia, Torres, ha instruido una investigación para averiguar si es cierto que el clavario ha defraudado -dijo Antonio antes de dar el primer sorbo de vino.

-Me temo que no solo el clavario ha cometido fraude en este asunto. Hace meses que es vox populi la corrupción y abusos a los que se han entregado varias autoridades. -Luego de dar un sorbo, agregó Luis-: En cuanto al negocio de los hilos de agua, ciertamente algunos tendremos pérdidas personales cuando se concluya la fábrica del pantano, si es que termina construyéndose, pero hay que pensar en la conveniencia y futuro de la ciudad entera. Yo mismo, como sabéis, poseo bastantes hilos de agua en la huerta, de los cuales utilizo solo la mitad para regar las muchas fanegas de tierra cultivable que tengo en mis heredades, siéndome aún más rentables las otras aguas que subasto. Pero si al final este último negocio lo pierdo a cuenta del pantano, me consolaré pensando que la huerta crecerá y la ciudad será más próspera.

Escena VIReunión familiar

Unas horas más tarde se celebró una reunión familiar en una casa situada en la calle Mayor, junto al portal de Elche, propiedad de micer Antonio José Mingot Pasqual.

Más que una reunión era una celebración, aunque discreta y restringida, a la que asistieron Nicolás, hermano del anfitrión, y los hijos de este Luis Juan, Francisco y Cristóbal.

-No son pocos los hogares en los que reina el júbilo merced a la detención de las obras del embalse, pero en todos ellos se celebra con reserva y mesura, pues mucho es el enojo que sienten el gobernador, el justicia y demás partidarios de fabricar la presa -dijo el anfitrión.

-No pudimos el pasado año evitar que se comenzara la empresa, ni aun siendo mi hijo Luis Juan el justicia, pero por fin hemos logrado ponerle fin -dijo Nicolás.

-Tenéis razón, tío. Hemos de ser cautos y no provocar recelos. Tanto el gobernador como el justicia están indagando posibles delitos entre los miembros del Consejo. El clavario es uno de los sospechosos -dijo Cristóbal, que este año había sido elegido jurado.

-Y no es el único, ciertamente -confirmó Antonio José-. Pero nosotros podemos estar calmos, nadie puede comprendernos en tales delitos.

Estaban sentados alrededor de la mesa rectangular del comedor, a cuya cabecera se hallaba el anfitrión, ocupando un butacón coronado con el escudo de su apellido que había colgado en la pared: tronchado, con el primer cuartel de azur y una flor de lis de oro, y el segundo de gules y un roque de oro.

-¿Es de completa confianza nuestro hombre en Tibi, tío? -preguntó Francisco.

-Ya lo creo. Ha hecho llegar al tal Candela nuestros pagos con lealtad, sin mencionar nunca nuestros nombres.

-Pagos que hemos hecho sin coste alguno por nuestra parte -rio Luis Juan.

-Cierto, cierto -rio también su padre-. Bien generosos y acaudalados son nuestros aliados, que prefieren entregarnos sus donaciones para la causa sin entremeterse en las gestiones que ha sido preciso realizar. Tan generosos, que no ha hecho falta que nosotros echáramos mano de nuestras propias faltriqueras.

Alicante durante la construcción del pantano

En la ciudad de Alicante había 1.524 casas y 6.858 habitantes, aproximadamente.

Había dos parroquias: la de Santa María, donde se construyó en 1586 la capilla de la Purísima, y la de San Nicolás. En 1586 se fundaron los conventos de San Agustín y de los Carmelitas Calzados.

En 1536, entre la plaza del Mar y de la Fruta, se había iniciado la edificación de la Casa del Consejo, cuyas obras concluirían en 1618.

En 1580 se reconstruyó la fortificación del castillo, tras derruir la vieja fábrica medieval.

En 1582 se prolongó el muelle en 50 pasos.

A finales de 1590 se finalizó la construcción de la Casa del Rey, edificio destinado a servir de alfolí de la sal, costándole a la Hacienda Real 22.000 ducados.

Extramuros había dos barrios, el de San Francisco y el de San Antón.

En «Evolución urbana de Alicante», Antonio Ramos Hidalgo dice que intramuros había dos ejes viarios fundamentales: el que formaban, en dirección este-oeste, las calles Villavieja y Mayor, con la plaza de la Fruta en medio, comunicando las puertas Nou y de Elche; y el que, en dirección norte-sur, corría desde la plaza de la Porta Lorta (San Cristóbal), frente a la puerta de la Huerta, por la calle Labradores hasta la calle Mayor y la puerta del Muelle. En ambas calles principales (Mayor y Labradores) se levantaban la mayoría de las casas de la nobleza y mercaderes más ricos. Además de las ya mencionadas, estaban las calles Angels (actual Miguel Soler), Font de Sant Nicolau (Montengón), Joseph Llanyes, Fontaella (Maldonado), Lorens Maltés, Delme (Virgen de Belén), Antoni Martínez, Nicolau Llinares, Mossen Mingot, Forn de María Martínez, Partir, Porches (León), Maralo Vell, Pere Çelfa, Tomás Moreno, San Roch y Joan Amich; y las plazas Sang de Jesucrist, Martí Ferrandes y Bernat Çelfa.

Gobierno municipal

Gobierno municipalLas autoridades locales eran elegidas anualmente mediante el sistema de insaculación. Los nombres de los sujetos considerados adecuados para el desempeño de cargos de responsabilidad municipal eran introducidos en dos sacos: el mayor, para quienes optaban a los puestos de justicia y jurado, y el menor, para los puestos de sobre-acequiero y clavario. Eran elegidos cuyos nombres eran extraídos al azar de cada bolsa.

Para acceder a la insaculación, los candidatos debían cumplir varios requisitos: ser naturales del reino de Valencia, tener más de 25 años, disfrutar de una renta anual líquida superior a 100 libras valencianas y poseer un caballo y armas tres eses antes de la elección, debiendo hacer exhibición de los mismos en un alarde público.

El justicia ostentaba la máxima autoridad local. Presidía el Consejo y ejercía las funciones de juez en las causas civiles y criminales, teniendo la obligación de mantener el orden público. Custodiaba las llaves de la ciudad, realizaba rondas nocturnas y nombraba al carcelero y a los guardias de la muralla y baluartes.

Los jurados representaban la autoridad inmediatamente inferior al justicia. Constituían el órgano decisorio del municipio, reuniéndose tres veces por semana. Su número no era fijo. Administraban los propios y rentas de la ciudad, supervisaban las obras públicas y velaban por la salud general inspeccionando los mercados y revisando la carne de matanza.

El racional no era elegido por insaculación, sino nombrado por el rey para un periodo de tres años. Desempeñaba la función de juez delegado de la Corona, informando del estado de las finanzas locales. No obstante, su salario sí que era abonado por las arcas municipales. Revisaba anualmente en compañía del Escribano de la Sala las municiones de que disponían los oficiales de artillería. Era auxiliado por un contador y un asesor. El primero, cuyo sueldo debía ser pagado por el racional, le ayudaba en la contabilidad, mientras que el segundo, que solía ser uno de los abogados de la ciudad, revisaba las partidas de ingresos y gastos. Una vez al año, el racional rendía cuentas ante el justicia y los jurados.

El clavario era el receptor y depositario de todos los fondos de la ciudad. Libraba los pagos que le indicaba el racional.

El sobre-acequiero o «sobrecequier» administraba el reparto del agua en la huerta, auxiliado por un repartidor.

Paralización de las obras del pantano

El 17 de agosto de 1580 se iniciaron las obras del pantano de Alicante en una garganta que atravesaba el río Montnegre en el término de Tibi, entre los cerros Mos del Bou y La Cresta.

Las obras avanzaron con rapidez, siguiendo planteamientos diferentes a los que indicara Pere Esquerdo, el molinero mutxamelero que propusiera al Consejo alicantino el lugar apropiado para la construcción y que realizara el primer diseño.

Las medidas adoptadas dieron lugar a errores en la ejecución de la obra, encareciéndola. Esquerdo advirtió a las autoridades alicantinas en varios memoriales de las deficiencias que se estaban produciendo, pero no obtuvo respuesta. Así que se dirigió al rey para explicarle las características de la obra, que se estaba desarrollando mal, y las discrepancias que mantenía con otros técnicos, los cuales habían empezado la construcción del paredón del pantano apartándose del modelo que él había presentado al inicio del proyecto. Pero tampoco recibió del monarca la respuesta esperada.

En realidad, la única participación efectiva que Esquerdo logró en la construcción del pantano fue como abastecedor, cargo que ejerció durante poco tiempo y que abandonó tras denunciar la corrupción y los robos que se cometían tanto de materiales como de dinero.

Las obras continuaron durante casi todo el año siguiente, 1581, mientras que algunos expertos seguían haciendo sus propuestas y revisiones. Los maestros picapedreros Sebastián Alcaraz y Pedro Doria, por ejemplo, realizaron sendas maquetas de cómo entendían que debía ser el pantano, a petición del Consejo de Alicante; y el dominico fray Mariano Azaro, experto en obras hidráulicas, supervisó los proyectos y las obras iniciadas por orden de la Corona.

En septiembre de 1581, el ingeniero real Juan Bautista Antonelli visitó por segunda vez el lugar donde se estaba construyendo la pared del pantano, para supervisar las obras. Aunque estaba al servicio del rey, los gastos de sus viajes e inspecciones eran sufragados por la ciudad de Alicante, haciéndose cargo por tanto del desplazamiento que llevó a cabo hasta Toledo para efectuar una consulta con otro ingeniero real, Juanelo Turriano.

Las obras de edificación del embalse se paralizaron en noviembre de 1581, cuando se llevaban levantados unos seis metros de paredón. El motivo, según el cronista Viravens, fue «porque decayó el espíritu de los interesados en la empresa»; para el cronista Nicasio C. Jover fue porque «faltaron los fondos». Probablemente ambos tenían razón: los ánimos de los alicantinos que ansiaban la construcción del pantano se enfriaron debido a la falta de recursos económicos. En abril de ese mismo año la ciudad había cargado censales por 4.000 ducados, que se sumaban a los otros 4.000 que se cargaron antes del inicio de las obras, pero el dinero se había gastado a gran velocidad.

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