El artículo 99 de nuestra Carta Magna lleva ahí más de cuarenta años. Ahora, cuando no le salen las cuentas para su investidura, el presidente del Gobierno en funciones manifiesta públicamente que ha venido a ser un artículo fracasado y que por lo tanto hay que reformarlo, y en aras de ese interés personal no se le ocurre otra idea que sugerirnos una reforma Constitucional.

Además de su osadía, y después de tres meses sin Gobierno, ahora cuando le han fallado todas sus perspectivas de formar un «Gobierno de colaboración» (así lo llaman en vez de coalición) con Unidas Podemos, le echa la culpa al contenido del artículo 99 de nuestra Constitución española, que en el fondo y la forma ha venido garantizado una continuidad democrática.

Si después de la primera votación que requiere mayoría absoluta necesaria y de la siguiente que solo requeriría mayoría simple, no puede el señor presidente formar gobierno, nos encontraríamos que, transcurridos dos meses a partir de la primera votación de investidura, se disolverían las cámaras y se convocarían nuevas elecciones.

Más claro no puede estar, y la seguridad jurídica está amparada tal y como lo planificaron los constituyentes, pero como al señor Sánchez no le salen las cuentas, el artículo 99 es un fracaso y habrá que reformarlo y para dicha reforma hace falta los 3/5 del Parlamento, es decir, 210 diputados.

La pregunta, ¿qué modificaría el señor presidente en funciones del artículo 99?, ¿cómo rezaría el nuevo artículo? Creo no equivocarme si el contenido fuera más o menos así: «Fracasada la mayoría absoluta se pasará sin más a elegir el candidato que haya conseguido la lista más votada», y me viene a la memoria aquello que dijo Groucho Marx: «Estos son mis principios y si no les gustan tengo otros».

Y otra pregunta sería ¿iremos en septiembre a nuevas elecciones generales? Parece que la mayoría de los votantes estamos hartos, si bien -entre otros factores- ello dependerá del «gurú» del CIS, que nos bombardeará con encuestas de todos los colores y al final los votantes, gentes de buena fe, volveremos a las urnas sin rencor, pero con un año perdido a nuestras espaldas.

No es de recibo el espectáculo que están dando nuestros políticos actuales, donde solo mantienen luchas, tanto internas como externas, para hacerse un hueco en el sillón del poder, y recordando al filósofo griego Epicuro, diremos aquello de que «el sabio no hará política». No sé si la cita es muy adecuada, ya que no quiero que ningún político sabio piense que no hace falta, máxime en un país donde existe la profesión de «politólogo», es decir, especialista en politología, ciencia que estudia la política y, como tal, debemos ser muy respetuosos con esa clase política que al final solo pretende el llamado «bien común».

Cuando en los próximos días veamos la imposibilidad de que el superviviente señor Sánchez no salga proclamado en su investidura, ya que solo tiene sus 122 escaños y alguno que otro más, este nos anunciará que la culpa de este bloqueo la tienen las demás fuerzas políticas y que el artículo 99 es un auténtico fracaso, siendo necesaria una reforma constitucional a su medida. Y termino recordando a Nietzsche, cuando dijo aquello de «mejor mal acompañado que solo».