Hace unas semanas, anunciaban los periódicos que Ximo Puig buscaba un perfil femenino para acompañar a Joan Lerma al Senado, en calidad de senadores territoriales, ofreciendo así un tándem paritario. Casi en las mismas fechas, el Abc se indignaba ante una medida adoptada por la Universidad de Castilla - La Mancha (https://www.abc.es/sociedad/abci-polemica-universidad-castilla-la-mancha-regalar-punto-tesis-dirigidas-mujeres-201906211830_noticia.html), consistente en conceder un punto adicional (sobre un total de 100) a las solicitudes de contratos pre-doctorales cuando la directora de la tesis es mujer. Una modesta medida -más que una discriminación positiva- para incentivar la presencia de la mujer en la investigación que se hace en la Universidad. Voces discordantes surgieron, no sólo en los medios más conservadores: ¿Por qué ese empeño en que haya mujeres?, «Las mujeres queremos estar por méritos propios y no por ideología», comentaron algunas profesoras en las redes sociales. Estas son algunas de las preguntas, reflexiones y críticas que se escuchan en el debate, en el que voy a entrar con datos y argumentos.

1. El Libro Blanco de la Situación de las Mujeres en la Ciencia Española recoge la Estrategia del Espacio Europeo de Investigación, adoptada en 2010, que señala como objetivo para el 2030, que la mitad del personal científico en Europa, ¡incluida España!, sean mujeres. Sólo nos quedan once años. El último informe de Científicas en Cifras 2018, elaborado por el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades no nos permite ser optimistas. La mayoría de las instituciones científicas europeas y españolas están adoptando medidas de acción positiva para eliminar la brecha de género.

2. Existen datos que evidencian la brecha de género en las universidades. Las mujeres seguimos infrarrepresentadas en la carrera investigadora, en los órganos públicos de investigación (OPIs), en la composición de los órganos de gobierno de las universidades y en los resultados de la participación en convocatorias públicas de financiación de I+D+i. Por tanto, como afirma Mª José Romero Ródenas, catedrática de la Universidad de Castilla-La-Mancha: «Teniendo en cuenta que en la Universidad española son mayoría las mujeres que acceden a ella y mayoría de egresadas, pero sólo un 21% ha alcanzado la categoría de catedrática, ¿están justificadas las medidas de discriminación positiva como para otros colectivos en situación similar? Cabe recordar que la acción positiva se legitima en función de su pertenencia a un grupo discriminado (invisibilizado), en este caso, las mujeres en la Universidad y en la Ciencia.

3. La medida adoptada por la Universidad de Castilla-La-Mancha propone incrementar la participación y la visibilidad de las mujeres en la investigación. En concreto, en esa Universidad, un 45% de las personas que reúnen los requisitos para dirigir tesis son mujeres, pero sólo lo hicieron un 20% en 2018. Habrá quien opine que, si no quieren dirigir tesis, pues que las dejemos. Quienes conocemos la Universidad por dentro, sabemos que los y las doctorandas suelen inclinarse por el/la catedrática del departamento o el/la Investigadora principal del grupo de investigación como director/a de tesis, por motivos obvios. Como en botica, de todo hay, pero no es infrecuente que en la decisión influya a veces más la jerarquía y el estatus administrativo que la especialización o la dedicación al doctorando. Cabe recordar que la dirección de tesis doctorales es un requisito que se valora en las promociones a Titular de Universidad y Catedrático de Universidad. Habría que añadir que la dirección de tesis y trabajos de investigación implica una dedicación «extra» que se suma a las tareas de docencia e investigación. Cuántas profesoras universitarias que realizan su labor docente e investigadora en pie de igualdad que los hombres, renuncian por motivos doméstico-familiares -la sempiterna conciliación y corresponsabilidad-, y por tanto, ni tienen la misma visibilidad ni acceden, con el tiempo, a las mismas cuotas de poder académico.

4. ¿Cuál es la consecuencia de que una mayoría de hombres dirija tesis doctorales o que esa misma mayoría integre los tribunales que han de juzgarlas? En primer lugar, esa foto no obedece a la realidad de los campus universitarios en los que las estudiantes y las profesoras son legión. En segundo lugar, esa ausencia debilita la autoridad de las mujeres en los ámbitos de la investigación. ¿Qué imagen transmite un tribunal en el que ni una sola profesora posee el perfil adecuado para juzgar el grado académico más alto que otorga la Universidad? ¿Cómo es posible que aún hoy, en determinadas áreas, incluida la de Humanidades, sigamos encontrando tribunales de tesis compuestos íntegramente por hombres? ¿No las hay o no las buscamos? Esta injustificada ausencia de mujeres tiene consecuencias negativas para incentivar vocaciones científicas, para visibilizar la carrera investigadora de las mujeres, para ofrecer un talento más inclusivo y para corregir los desequilibrios de representación que tienen más que ver con roles y estereotipos de género derivados de una segregación sexista de la sociedad y no tanto con la falta de mérito o capacidad de las profesoras.

La brecha de género que se da en la Universidad entre hombres y mujeres, en la investigación y en los ámbitos de responsabilidad y en la toma de decisiones no es ni el resultado de una libre elección, ni es fruto del azar, ni se corregirá sola con el tiempo. Las medidas de incentivación, o de discriminación positiva si se quiere, son necesarias mientras no se consiga un equilibrio de, al menos, un 60-40, como fija la Ley de Igualdad. Gracias a estas medidas -impulsadas o conquistadas desde el feminismo- presumimos, por ejemplo, de tener el Congreso de los diputados con mayor presencia de mujeres. El objetivo de estas medidas de discriminación positiva, aceptadas para otros colectivos, es simple: que los ámbitos de la Universidad y la Ciencia ofrezcan una representación diversa e inclusiva de hombres y mujeres acorde con la presencia y el trabajo que desempeñan en la institución académica. Como afirma Rafael Estévez Benito, magistrado decano de Cáceres y miembro de la Comisión de Igualdad de la Asociación Judicial Francisco de Vitoria, a propósito de la infrarrepresentación de as mujeres en la Justicia: «La cuota no impulsa tanto a la mujer inepta como hace que peligre el 'chiringuito' de los hombres no cuota». Claro que soy cuota en la Universidad y en la política y ni mi autoestima ni mi valía se ven disminuidas por ello.