Los nombramientos en Europa no han terminado. El tablero europeo está en plena ebullición. La reina Merkel, la pieza más fuerte del ajedrez continental, anunció su retirada y desató las ambiciones de sus próximos, a la par que destapó los resquemores que durante estos años de preponderancia de la CDU habían quedado latentes. (Por cierto, Ximo Puig debería tomar nota, si no lo ha hecho ya: las dimisiones en política nunca se anuncian con tanta antelación).

La minoría de bloqueo que perseguía la extrema derecha europea, básicamente Le Pen y Salvini, no la consiguieron en las urnas; pero el grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia) ha permanecido agazapado dentro del Partido Popular Europeo para manifestarse en el momento oportuno y votar conjuntamente. Los dirigentes húngaros y polacos Viktor Orbán y Morawiecki se reunieron previamente con el ministro italiano del Interior Salvini para pactar el bloqueo a la presidencia socialista de la Comisión Europea. La propuesta pactada por socialistas liberales y populares europeos - Sánchez, Macron y Angela Merkel- durante la reunión del G-20, por primera vez después de lustros planteaba que el presidente de la Unión fuera un socialista, el holandés Frans Timmermans (PvdA), frente al democristiano alemán Manfred Weber. El acuerdo lo cuestionaron el grupo de Visegrado y la extrema derecha europea rebelándose contra Merkel y castigando a Timmermans por los expedientes abiertos a Hungría y Polonia por la presunta deriva autoritaria, con la legislación antidemocrática, el peligro de la «orbanización» de Europa que dice Timmermans. Las medidas que ha puesto en marcha pueden suponer para Polonia y Hungría la pérdida del derecho a voto en la Unión -difícil porque requiere unanimidad- o restricciones en las subvenciones comunitarias que escuecen más.

Probablemente en el Parlamento Europeo y forzando la votación la propuesta inicial habría salido, pero dejaba en evidencia la división del PPE y la desautorización a Merkel; y, además, el presidente francés, Macron, quería romper la norma no escrita que se estaba consolidando de que el presidente de la Comisión hubiera participado en las elecciones europeas anunciándose, o en calidad de candidato (los llamados spitzenkandidat) a presidente de la Comisión. A partir de ahí había que consolidar una nueva propuesta encabezada por la democristiana ministra de Defensa de Alemania, Ursula von der Leyen, para presidir la Comisión Europea. Probablemente era la candidata preferida -y tapada- de Merkel, una persona que ha estado con ella en todos sus gobiernos. Macron de paso evitaba que un conservador alemán se hiciera con el timón del Banco Central Europeo, que ha sido clave para solventar la crisis bajo el mando de Mario Draghi, y ahora le sustituye la francesa directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde. El primer ministro en funciones de Bélgica, el liberal Charles Michel, presidirá el Consejo Europeo y el ministro de Exteriores en funciones, Josep Borrell, es el candidato a Alto Representante para la Política Exterior. Lagarde debe ser sustituida en el FMI por otro europeo o europea. Weber el candidato de la derecha del Partido Popular Europeo a la Comisión se queda como presidente durante medio mandato del Parlamento Europeo y el otro medio que iba a ocupar un candidato en los países del Este es sustituido por el eurodiputado socialista italiano David Sassoli.

La candidata a presidir la Comisión, Ursula von der Leyen, ha anunciado que pretende mantener la paridad en los nombramientos, sitúa el cambio climático, las migraciones y el sistema de asilo y el Estado de Derecho como prioridades. Si finalmente es elegida en el próximo pleno del Parlamento, no es de extrañar que los más conservadores del PPE y la ultraderecha vean en esas prioridades un serio aviso y estén intentando bloquear la elección. Necesita 376 votos en el pleno de esta semana y a pesar de algunos disgustados entre los suyos y los liberales del Este, probablemente consiga más votos entre Los Verdes, que suman el centenar en dos grupos. Los socialistas que han perdido una buena ocasión se consolarán con una vicepresidencia para Timmermans.

En Dinamarca, Suecia y Finlandia vuelven a gobernar los socialdemócratas, después del sarampión populista. Merkel padece temblores y ahí está; pero no me cabe duda de que no le tiembla el pulso y los populistas «rebeldes» de los países del Este de la Unión, y Salvini y a los suyos lo van a notar en los nombramientos de la semana próxima primero, y la recordarán durante los próximos cinco años, al menos.