Los bien pensados tenemos la creencia firme de que la humanidad es buena por naturaleza. Los que se salen de esta presunción, un número incalculable, padecen de diferentes estados de ánimo y emociones desbocadas que los enfrentan a situaciones desagradables, las más de las veces buscadas y encontradas por ellos mismos. Los que se desvían más de la presunción antedicha serían los malos, esas personas que nacen escorpiones y mueren con su propio veneno, eso sí, después de destrozar alguna que otra vida más a su alrededor.

Los malvados más enconados no tienen la más mínima piedad en buscar artimañas para romper vínculos. Los detonantes los buscamos en los celos o la envidia, pero serían justificaciones inexcusables porque quien busca la discordia entre los demás, no siempre parte de estos antecedentes, simplemente quieren sembrar cizaña por puro placer y disfrute de sus emociones retorcidas.

Sospechamos que los que mejor enzurizan están entrenados desde pequeñitos. Aprenden a enfrentar a propios y extraños deleitándose de los resultados que, por lo común, suelen ser fructíferos con acciones meditadas y medidas. Otros, en cambio, no cuentan con las habilidades naturales para enzarzar a los demás en rupturas y malentendidos y recurren a los hechizos y los conjuros: «Ofrezco este conjuro al espíritu del odio para que separe los caminos de estas personas y que el espíritu del odio impida que se comuniquen y que brote la guerra entre ellos?».

La manipulación es una de las herramientas preferidas para los que saben enzurizar como nadie. Son muchas y variadas las posibles formas de manipular al resto de los mortales, pero una por excelencia la encontramos en la generación de culpabilidad e inseguridad en la persona objetivo. Cuando el manipulador cerca a su presa comienza a descargar frases y provocar situaciones que le generen culpa y sentimientos de inseguridad con sus acciones. A partir de ahí tiene todo el terreno ganado para emponzoñar sus relaciones con el resto de su entorno.

Otras formas empleadas por el azuzador de discordias es la intimidación, que emplea de forma muy sutil para que la víctima comience a sentir miedo. Si a esta medida le sumamos un chantaje emocional, el objetivo estará cubierto de forma infalible. Los que tienen tendencia enzurizar lo hacen de manera constante y son de difícil detección porque se convierten en auténticos camaleones. Desenmascarar sus intenciones debe ser prioritario para conseguir un equilibrio en las relaciones, y quizás la mejor manera de lograrlo sea a través de trampas públicas en confabulación con otras personas.