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11 años

Que una noche del mes de junio del año 2008, en plenas Hogueras de San Juan, cuando recibí una llamada de la coordinadora de trasplantes hepáticos del Hospital La Fe de València anunciando la existencia de un donante compatible, comunicado abortado al estar pasando por un contumaz resfriado veraniego que desaconsejaba la intervención; la segunda llamada se produjo unos días después, siempre durante la cena, en la que se me comunicaba que me recogería una ambulancia a la 1 de la madrugada con el mismo destino. Fue un trayecto de dos horas en las que me dediqué a escribir mensajes de móvil a muchos amigos y a media profesión teatral para comunicarles el feliz acontecimiento; preparación (afeitado incluido) y una interminable espera que terminó tres horas más tarde con la noticia de incompatibilidad de órganos, con el consiguiente regreso a Alicante enviando el mismo número de mensajes anunciando la imposibilidad de intervención, convirtiendo las dos horas de regreso en el tiempo más frustrante de mi vida. Finalmente, el 7 de julio se repitió la llamada, viaje, preparación y espera (esta vez ya no hizo falta afeitado) hasta que una enfermera me anunció la buena noticia: «Compatible. Enhorabuena». A la tercera fue la vencida. En la madrugada del 8 de julio se ponía fin a un calvario de 14 meses, durante los que adelgacé veinte kilos y en los que el sofá de mi salón parecía pegado a mi cuerpo; mi vida se iba apagando poco a poco... hasta que nueve días después del trasplante, tiempo récord positivo de permanencia de un trasplantado en el hospital, regresé a mi casa, a mi sofá, a mis plantas y a mi terraza... y al mes había recuperado diez kilos de peso; a los tres meses ya era una persona nueva, incrédulo de disfrutar de nuevo de la música de Bach, las obras de Shakespeare, las películas de Woody Allen y los atardeceres mediterráneos. Hasta aquí mi pequeña historia que no es sino una más de las muchas que diariamente se producen en España.

Una más, pero que con insistencia recuerdo cada año con dos objetivos: reivindicar la figura del donante y aplaudir a la sanidad pública, a esos cirujanos verdaderos ángeles de la guarda que son los responsables del milagro. Pero hagamos más historia. El 23 de febrero del año 1981 se producía el tristemente famoso golpe de estado mediante el asalto al Congreso de los Diputados que estuvo a punto de acabar con nuestra democracia. Pero hay otro 23F más gozoso, puesto que ese día pero en el año 1984 tuvo lugar el primer trasplante de hígado en España, en el Hospital Príncipes de España de Bellvitge, Hospitalet de Llobregat, Barcelona, gracias a las expertas manos de los doctores Margarit y Jaurreta. Ahora volvamos a esta nuestra Comunidad; el 21 de septiembre del año 2012 se produce en el Hospital General de Alicante el primer trasplante hepático tras varios años de «tiras y aflojas» con la Consellería de Sanidad, empeñada en mantener a València como único equipo de trasplantes de hígado (exclusividad potenciada por el propio hospital La Fe), desoyendo las recomendaciones de la Organización Nacional de Trasplantes que por población reclamaba no uno sino tres equipos de trasplantes en la Comunidad Valenciana.

Sea como fuere, llegó el momento y estos son los resultados al día de hoy: se llevan realizados 256 trasplantes de hígado a ciudadanos de Alicante y provincia, con un índice del 80 por ciento de supervivencia de más de 5 años (cinco años de vida regalados) y otro elevado índice de supervivencia hasta la actualidad; los 9 días que un servidor permaneció en el Hospital La Fe se convierten en cuatro días en el Hospital de Alicante, y 33 pacientes se han marchado a casa al día siguiente de la intervención, muchos de ellos andando por su propio pie. Calificar como de éxito esta situación es quedarse corto, y se debe por supuesto al compacto equipo que capitanean los doctores Félix Lluis y Gonzalo Rodríguez, y que me disculpe el resto del equipo cuyos nombres desconozco, completados por los doctores de seguimiento y mantenimiento posterior, que en mi caso está representado por la doctora Sonia Pascual. Sin olvidar a los doctores Such y sobre todo Pérez Mateo (ya fallecido), iniciadores de aquella batalla coronada con una gran victoria. Y mi resumen es el lógico y contundente de que nada de esto sería posible sin la figura del donante y de sus generosos familiares capaces de superar el dolor de entregar el cuerpo del ser querido a la ciencia, y gracias a lo cual con un cuerpo en muerte cerebral se pueden salvar hasta siete vidas. España es primera en el mundo en varios deportes, casi primera en turismo y en puesto destacado en otras actividades; pero nada puede hacernos sentir más orgullosos que ser el primer país del mundo en número de trasplantes y de donantes. Que un servidor pueda hoy narrar su pequeña historia hace olvidar los pactos políticos fracasados y otros desencuentros. Los años pasan, la edad avanza y llegarán otras dolencias difíciles pero no imposibles de superar si continuamos con esta grandiosa, aunque imperfecta en muchos aspectos, sanidad pública española.

La Perla. «Voy tras lo difícil porque en lo fácil siempre hay cola» (Woody Allen)

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