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Ramón Pérez

El superhéroe de barrio

Es muy difícil colarse en la historia del Hércules. Más aún en la desdichada historia reciente, llena de fracasos, desencantos y actores de medio pelo. Chechu Flores, que llegó a Alicante sin ruido mediático y en medio de la depresión general del descenso a Segunda División B en 2014, lo ha hecho por méritos propios.

Llegó a Alicante con 32 años; a sus espaldas, una extensa hoja de servicios en el Girona (por 3ª, 2ªB y 2ª) y tres años en Tenerife. Se aferró muy pronto a la titularidad y no la soltó a pesar de la catarata de entrenadores que pasaron por el banquillo blanquiazul. Los nueve técnicos nunca dudaron sobre quién debía ocupar uno de los extremos de la alineación. Sus números en aquella primera temporada no fueron notorios, pero todo cambió el 7 de junio de 2015.

Aquella tarde encarriló con dos goles y un dedo del pie roto una eliminatoria que sólo el fraude se la pudo arrebatar al Hércules una semana después. La imagen de Chechu, indignado bajo la lluvia del Ramón de Carranza, es un pellizco en el corazón de los herculanos. La afición lloró doble. Su héroe, al que había encumbrado por marcar dos goles cojo, era la viva imagen de la desolación apenas siete días más tarde. El fútbol, la vida.

Esa instantánea de rabia sirvió incluso para la campaña de abonos del siguiente curso, donde el jienense volvió a dejar su impronta en el «play-off» con dos goles vitales ante el Tudelano y Toledo. Han sido 167 partidos de blanquiazul y 35 goles. Sólo Portillo, siendo delantero, ha marcado más goles que él en el Hércules en los últimos 20 años.

Chechu asumió el pasado verano el brazalete de capitán, pero ya ejercía como tal tiempo atrás. En Alicante siempre fue un tipo preclaro, no se mordió la lengua nunca y eso le acercó aún más a la afición. «La gente se ha cansado ya de excusas», dijo durante la decepcionante 17-18. Tal fue su relevancia que el equipo se tambaleó repetidamente cuando no jugaba: a fecha de noviembre de 2017 el Hércules había sido incapaz de ganar el 83% de partidos en los que no jugó Chechu desde su llegada. Y la cifra siguió corriendo.

Ahora se marcha cansado mentalmente tras no conseguir el ansiado ascenso a Segunda, misión que asumió como propia cuando pisó por vez primera el Rico Pérez. «Nadie lo quiere tanto como yo», aseguraba las pasadas Navidades. «Si a un albañil le contratan para arreglar una gotera y a los cinco años sigue ahí, hay que cambiar de albañil», me confesaba ayer, mientras verbalizaba su adiós, pese al interés de Planagumà por reclutarlo un año más.

Basta con ver cómo le despidió ayer la afición por redes sociales para saber la altura del personaje. El herculanismo pidió un «homenaje en condiciones», pero Chechu seguirá compitiendo en Segunda B esta temporada.

En marzo le atropelló una moto y ganó él. Una muesca más en el revólver del superhéroe de barrio que desde hoy entra en el olimpo blanquiazul de los sheriffs sin placa.

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