Hay que reconocer que el ser humano es incapaz de saberlo todo y esto lo incapacita para poder actuar moralmente bien en cualquier contexto o realidad humana. El intelectualismo socrático se apoya en la tesis de que para poder hacer el bien hay que previamente conocerlo al igual que el mal, por tanto, según Sócrates el inmoral es aquel que conociendo el bien actúa contrariamente a él.

Lo normal en una sociedad equilibrada es seguir pautas de conducta sometidas a las reglas sociales y culturales de donde se vive. No es ajeno a nadie la máxima jurídica de que el no conocer la ley no te exime de su cumplimento, es decir, que todos y cada uno de nosotros tenemos la obligación legal de conocer las leyes para poder cumplirlas.

Si continuamos con la teoría socrática, para este filósofo no tiene sentido la existencia de personas malas o malignas, para él son simples y pobres ignorantes, porque carecen de los conocimientos mínimos para hacer el bien. Esa ignorancia en nuestra cultura se entiende como un desconocimiento voluntario y por tanto la ley caerá implacable contra aquel que transgreda sus preceptos, sean con conocimiento de causa o sin él.

Si nos posicionamos al margen del conocimiento, cómo podemos obrar correctamente sin caer en la trampa de la interpretación. Los juristas argumentan que las leyes, por muy bien elaboradas que estén, son siempre interpretables y son los jueces los que tienen la potestad legal para llevar a cabo esa supuesta interpretación. De ahí que una misma ley te pueda llevar a la pena máxima o a la libre absolución ante un supuesto delito.

Otra forma de medir el bien es a través de sus consecuencias. La confrontación entre intelectualistas y consecuencialistas radica en la asunción de un conocimiento potencialmente incierto con unas consecuencias completamente evidentes. En las teorías consecuencialistas el egoísta moral sabe que las consecuencias de sus acciones lo benefician, aunque perjudiquen a otros, el altruista sabe que puede salir perjudicado, pero a pesar de ello hace el bien a los demás y el utilitarista solo piensa en el bien ajeno sin importarle los beneficios propios.

La moraleja es complicada, porque hay que ser activo en la búsqueda del conocimiento moral y del conocimiento jurídico. En el primer supuesto para alejarse de la ignorancia socrática y en el segundo para no ser castigado por desconocimiento de la ley.

La equidad la encontramos únicamente en la ley natural y no tanto en la ley positiva que está sujeta a la interpretación formal.