Si como refiere el neurocientífico D. Eagleman, nuestro cerebro es como un parlamento neuronal, compuesto de partidos políticos rivales que compiten a la hora de llevar el timón de la nave del Estado, que a veces decidimos de manera egoísta o impulsiva y a veces con visión a largo plazo, y teniendo en estos momentos a cuatro de esos cerebros en ebullición permanente decidiendo el devenir de España, mucho nos tememos que las probabilidades de que el egoísmo o la impulsividad se impongan a la visión a largo plazo sea un pensamiento más acertado.

La atracción que sobre mentes aún no muy jóvenes tiene el ejercicio del poder, una adicción mucho más letal que aficionarse a los juegos de azar o a los videojuegos, podría ser una razón. Porque es ahí, en el poder tal como lo definió S. Lukes, donde el cerebro obtiene su máxima gratificación. Recordemos: 1) capacidad para influir en la adopción de decisiones, 2) capacidad para determinar el orden del día político, y 3) controlar los pensamientos de la gente mediante la manipulación de sus percepciones y preferencias.

Estas cuatro mentes maravillosas a las que los españoles les hemos dado la representación para que defiendan los intereses públicos llevan meses agitando el interior de su cráneo para decidir cuánta dosis de poder cede a otro cráneo más excitado aún si cabe que se lo demanda.

Todos manejamos en nuestro interior un conflicto a la hora de tomar partido por una cosa u otra, suele ser una lucha entre la razón y la pasión. De ahí que, en su afán por liderar un amplio espacio en el centro derecha de la política española, las neuronas del líder del Partido Popular, Pablo Casado, y las de Ciudadanos, Albert Rivera, combatan internamente en su día a día en tomar aquellas decisiones que consideran más justas y correctas.

Posiblemente la razón les diga que una abstención de su grupo parlamentario en el Congreso facilitaría un gobierno socialdemócrata para no depender de extremos y de otros grupos populistas, facilitando así cierta estabilidad gubernamental. Sin embargo, la necesidad de conseguir influencia y poder inmediato les impulsa a negarse una y otra vez a esa posibilidad aun sabiendo que perjudica los intereses generales de todo un país. O quizá estemos equivocados y en la jugada exista más visión de futuro que la que vemos el resto de los mortales.

En los otros dos cerebros del espectro político ocurre algo idéntico. Pablo Iglesias ha husmeado en las mieles del poder y quiere probarlo a una mayor dosis.

Su razón quizá le dice que facilitando la investidura de Pedro Sánchez al Gobierno de España sin condiciones pretensiosas obtendría pequeñas parcelas de poder que aun no siendo suficientes para mantener a raya su ansiedad, sí lo serían para equilibrar el deseo y la realidad, o sea, entre ser ministro de la cosa o ser un buen burócrata, eso sí, progresista y republicano. Sus redes neuronales se inclinan por el hoy y ahora, lo que podría poner en peligro no solo su estabilidad emocional, sino también las recompensas futuras. Debería amarrarse al pórtico de su casa en Galapagar y no dejarse tentar por los cantos de sirena provenientes del independentismo. Ulises, que era astuto y sabio, ya lo hizo antes.

Y qué decir de Pedro Sánchez, el cerebro mejor dotado de los cuatro, sobre todo en cuanto a visión de futuro. Su objetivo era poder gobernar con mayoría absoluta, lo que le hubiera facilitado ejecutar su programa político sin necesidad de pactar con otras fuerzas. Se resiste a repartirlo, aunque sí está dispuesto a negociar con neuronas distintas algunos aspectos de la política nacional que no trastoquen en demasía su propio hardware, ese esqueleto perfecto que soporta una masa gelatinosa, su cerebro, capaz de adaptarse a cualquier entorno para sobrevivir. De ahí su éxito.

Si uno tuviera su capacidad de ver el futuro no predeciría nuevas elecciones y mayoría absoluta del PSOE, cuenta con muchas probabilidades de que así sea, sino que vería lo que ve Eagleman, herramientas que superen nuestro ciclo evolutivo. Ya podemos modificar algunas partes del cerebro que hemos heredado defectuosas, «ahora somos capaces de habitar nuevos tipos de realidad sensorial y nuevos tipos de cuerpos. Con el tiempo, puede que incluso seamos capaces de abandonar completamente nuestra apariencia física». Lo mejor que le podía pasar a la humanidad.