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Marc Llorente

Repetición de elecciones

El comportamiento normal se vuelve del revés en el terreno surrealista. En el ámbito político ocurre de manera semejante. Y la irracionalidad impone su tesis. El ambiente onírico de la representación diaria adquiere un sentido delirante, inestable y frágil. No hay más que echar un vistazo alrededor. Más en concreto a lo de la investidura del candidato y todavía presidente en funciones, de cuyo nombre no hace falta acordarse. O sea, que el fantasma de nuevos comicios inquieta a la población, que debería amenazar, al mismo tiempo, con huelga de brazos cruzados a los responsables (o irresponsables) que alientan esta posibilidad.

El proceso circula en ralentí, y la inoperancia institucional salta a la vista. Pedro Sánchez coge el micro y canta «Solamente una vez». Presidente en julio o más urnas porque no piensa volver a examinarse en septiembre. Mientras la cumbre del G20 queda atrás y se negocia el reparto de cargos de la UE para ver de qué forma se distribuyen los pasteles en Bruselas, Casado, Rivera e Iglesias siguen enrocados en el tablero. Los de la derecha abofetean al aspirante e insisten con bloquear la voluntad de la mayoría reflejada en las recientes elecciones. Se pueden aparcar las incoherencias. Se debe ser oposición y alternativa y no impedir que un nuevo Gobierno circule.

Por otra parte, Iglesias aún espera la propuesta programática de un equipo de coalición, no de simple cooperación. Como la aritmética no da para eso y el temor a restar en vez de sumar continúa latente, además de que la coalición no estaría bien vista en Europa y de que Sánchez quiere aprovechar su condición de líder de los socialistas europeos, el PSOE no pretende ver a Unidas Podemos en el Consejo de Ministros y elabora su última oferta en los fogones de la política. Incluir un independiente del entorno de la formación morada para el ministerio de Cultura o Ciencia. El veto a Iglesias y el no querer comulgar con ruedas de Podemos no parece que tengan vuelta de hoja, y este no quiere chucherías de puestos secundarios en la Administración a cambio de votos afirmativos.

Si nadie modifica la rigidez de sus posturas, hacer el amor y no la guerra de egos es imposible. La reconstrucción de derechos y las medidas y reformas económicas aguardan, y la inestabilidad, el hastío y la incertidumbre se instalan. Empresarios e inversores, como poderes fácticos, controlan, abanderan el reducido peso de la democracia y avisan. La reforma laboral y la reforma de las pensiones no se tocan. Y que Sánchez y Rivera hagan las paces y se den el pico. Una repetición electoral sería un fracaso y culpa de todos. ¿Socialistas y PP se beneficiarían? ¿O Pablo Casado especialmente?

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