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Juan José Millas

Tierra de nadie

Juan José Millás

Son así

Para hacerse una idea de la temperatura moral reinante, no hay más que ver la primera decisión que han tomado muchos de los nuevos equipos de gobierno de diferentes municipios: subirse el sueldo. Y no un dos, un cuatro o un diez por ciento No. Subidas de hasta el cuarenta por ciento. Tal es lo primero que han votado por unanimidad algunas corporaciones municipales recién estrenadas. Y frente a las cámaras de televisión, sin complejos, sin vergüenza, sin ambages (signifique lo que signifique ambages). Emolumentos de cincuenta o sesenta mil euros en un país en el que el salario medio ronda los veinticinco mil.

¿Usted habría sido capaz? Imagine que usted es un alcalde al que sus conciudadanos acaban de elegir para que administre los asuntos de la ciudad o el pueblo en el que vive. Suponga que es el día del primer pleno y que está preocupado, como es lógico, por su honor, por su imagen, por su decoro. Está usted arreglándose frente al espejo del cuarto de baño de su casa, quizá repitiendo interiormente, como una oración, las primeras palabras que va a dirigir al consistorio. De repente, se le cruza por la cabeza la idea del aumento salarial.

¿Y si me subo el sueldo?

Una sonrisa atraviesa su rostro. Es broma, claro. Se organizaría un escándalo plenamente justificado. Pero la idea se va convirtiendo en obsesión. Ahora piensa que tendría que subírselo también a los concejales, para tenerlos de su parte. Y saldría por unanimidad porque son unos sinvergüenzas, porque somos unos sinvergüenzas. A lo mejor hay que aguantar el tirón durante un par de telediarios, pero qué son dos telediarios frente a cuatro años de prosperidad y langostinos a la plancha.

Usted no lo haría, ya lo sé. No soportaría el escándalo producido por esos dos telediarios. Se metería debajo de la cama, se pegaría un tiro, quizá no volvería a salir a la calle o a exponerse en público. Pero usted no pertenece a la clase política que venimos alimentando desde hace algún tiempo. Ahí los tienen, dando doctrina frente a los micrófonos después de cada atraco. ¿Pasa algo? No pasa nada. Nunca pasa nada.

Estamos resignados. Son así. Somos así.

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