Hace ocho años, por esta época, nos preguntábamos lo mismo con respecto a la extinta CAM, otro de los símbolos de la ciudad desaparecido para siempre, y van... ¿En qué momento se jodió el Hércules?, nos preguntamos como lo hiciera en «Conversaciones en la catedral» Vargas Llosa con respecto a su amado Perú. Quizás haya que echar la vista atrás, en concreto a principios de este siglo XXI, que tantos quebraderos de cabeza está trayendo en su primer tercio tanto a nivel social como político. Diciembre de 1999, Enrique Ortiz se hace con el control accionarial. Antonio Asensio le vende su 67% tras una nefasta gestión de cinco años con el equipo en el ostracismo del balompié español. Alperi, a la sazón alcalde de Alicante, anima al constructor a entrar en la operación. Salva al Hércules y te haré rey del ladrillo. 600 millones de las pesetas de entonces fue el desembolso. Entre los cinco años de Asensio y los 20 de Ortiz al equipo alicantino lo han ido jodiendo curso a curso. Aún en la temporada en Primera, las convulsiones de los rumores, dimes, y diretes, con conversaciones grabadas de Ortiz por la policía judicial por la supuesta compra de partidos, oscurecieron el júbilo por el ascenso. 12 años en Segunda B, ocho en segunda y uno en Primera es el bagaje de la propiedad, para hacérselo mirar. Han hecho del Hércules un club del montón, un ardite, algo de poco valor, sin importancia, tanto en lo deportivo como en lo social e institucional.

32 entrenadores, directores deportivos despedidos por despecho, presidentes puestos por delegación en ocasiones por afinidad familiar, en otras por dependencia laboral, y en el colmo del despropósito para dominar el organigrama. Consejos de administración sin utilidad alguna, cargos con canongías para premiar favores institucionales. Un juguete en manos de una propiedad irresponsable que está a punto de romperse. Aligestión, Fundación todo para su servicio, nunca al servicio del Hércules. Esto parece que se acaba como alguien no obre un milagro. No solamente se trata del aspecto meramente deportivo de este año o anteriores, esperpéntico en todo caso con fichajes de última hora que ni rinden ni dejan opción a otras soluciones más cercanas, sino de la gestión, del proyecto creíble, del plan esperanzador para un club, una afición y una ciudad que cuando recibe algo, aunque poco sea, se vuelca, mereciendo todo el respeto a su decisión de acudir o no con asiduidad al Rico Pérez. Los culpables, los responsables de este quinto desastre consecutivo están en el palco, los más fumando sus respectivos puros, o puritos según se quiera decir. O esto cambia mucho, y ello lleva implícito la salida de la actual propiedad, o afición, ciudad, y demás amigos pueden empezar a rezar una oración por un Hércules en vías de expirar, de dar el último hálito. Zavalita, el Hércules lleva 25 años jodido.