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Joaquín Rábago

La Unión Europea y sus desafíos

No van a ser fáciles los próximos meses para la Unión Europea entre el Brexit, el desafío del Gobierno italiano a las reglas sobre el déficit y la puesta en cuestión de lo que se consideran sus valores fundacionales por gobiernos como el húngaro o el polaco.

Y estamos ya viendo estos días poner también en tela de juicio el papel del Europarlamento en la elección del nuevo presidente de la Comisión con la intromisión de los jefes de Estado o de Gobierno, que son quienes terminarán decidiendo.

Se quejan muchos de que la Unión Europea tiene un déficit democrático y no les falta razón, pero el problema es que nadie sabe cómo corregirlo. Hay propuestas como la del presidente francés, Emmanuel Macron, de crear listas transnacionales para un cierto número de escaños del Parlamento.

Otros van incluso más lejos y proponen que todos sus escaños se elijan directamente de acuerdo con el principio de "una persona, un voto", pero se argumenta en contra que un Parlamento que aspirase a representar por igual a los ciudadanos de todos los Estados miembros, incluso los más pequeños, tendría que tener miles de diputados.

Los Verdes alemanes no verían mal la transformación del Consejo Europeo en una especie de Cámara de las Regiones en el camino hacia una federación europea mientras que el pequeño Partido Liberal aboga por convocar una asamblea constituyente antes de 2022 para crear una Europa a imagen y semejanza de la Alemania de los "laender".

Son propuestas que, por ejemplo, el veterano historiador alemán Hein rich August Winkler, considera irrealizables a la vista del resurgir de los nacionalismos, que ofrecerían fuertes resistencias e incluso se verían beneficiados electoralmente por su oposición frontal a las mismas.

Más importante sería, opina Winkler, que las "democracias liberales en el más amplio sentido de la palabra" demostrase mayor firmeza a la hora de combatir "la erosión de las bases normativas" de la UE.

Porque está a la vista que las distintas familias políticas del Parlamento de Estrasburgo han transigido demasiado con aquellos de sus miembros que han conculcado esos valores como el Fidesz húngaro de Viktor Orbán, en el caso de los cristianodemócratas, o los socialistas de Rumanía o de Malta.

El Parlamento salido de las pasadas elecciones debería tomarse mucho más en serio esa tarea para impedir que los proclamados valores de la Unión Europea, entre ellos la separación de poderes, no sean, como ocurre con demasiada frecuencia, más que papel mojado.

En opinión de Winkler, más que aspirar a lo imposible, habría que avanzar paso a paso, reforzando la orientación europea de los Parlamentos nacionales, sincronizándolos y coordinándolos mejor de lo que ocurre en este momento.

Los Parlamentos nacionales no deben estar en competencia con el Europarlamento, sino que aquéllos y éste deberían trabajar juntos para evitar que la proyectada unión europea siguiese viéndose sólo como "un proyecto de las elites" globalizadoras. Porque esto es lo que da alas a los nacionalpopulistas como Orbán o el italiano Salvini.

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