¿Relevo generacional? La crisis demográfica en España se está haciendo notar desde hace décadas y se carece de una estrategia a corto y largo plazo para modificar este proceso: un país peligrosamente que envejece, y pierde población. Las madres españolas son las que más retrasan la natalidad de toda la Unión Europea por primera vez: la edad media de las madres ha superado los 32 años y además disminuyen las parejas que tienen un segundo o tercer hijo. En España tener un hijo «es caro»: poca ayuda por parte de las administraciones, la precariedad laboral, la escasa conciliación; el temor a no recuperar el trabajo, la falta de guarderías públicas... Y hay más, en España muchas mujeres se han sublevado contra el rol tradicional asignado. El machismo influye para que haya mujeres que quieren vivir su vida libremente. Se trata de una revolución cultural que cuestiona muchos valores que parecían intocables. Hay mujeres que quieren tener hijos pero no encuentran la pareja adecuada, que las satisface y ante la duda el tiempo pasa. La especie en este tema es muy estricta, o ahora o nunca.

En 2017 España sufrió su mayor pérdida de población: entre enero y junio se produjeron 32.132 fallecimientos más que nacimientos. En esos seis meses nacieron 187.703 bebés, lo que supone caer de los 200.000 nacidos por primera vez desde finales de los noventa, con el agravante que España tiene 6,5 millones más de habitantes. Afortunadamente, durante la primera década de los años dos mil el número de nacimientos y la tasa de natalidad aumentó como consecuencia de la llegada de inmigrantes en edad de procrear. El número de nacimientos creció desde los 180.000 de los últimos semestres de los noventa, hasta superar los 260.000 nacidos en 2008. La crisis truncó esta mejoría y la crisis además ha provocado el movimiento inverso: población española y también inmigrante, que deja el país en busca de trabajo y mejores condiciones laborables. La reforma laboral también tiene que ver con la crisis demográfica.

Diversos factores hacen que las cigüeñas no vengan de París (además con la crisis climática no emigran). La sociedad tiene que asumir que los hijos e hijas no es sólo una cuestión, un deseo, de madres y también de padres. Es una cuestión de Estado, con significativas repercusiones en la economía, en la cultura misma. Y si no hay crecimiento económico y mayores derechos sociales, laborables, muchos jóvenes y no tan jóvenes abandonarán el país, y la inmigración seguirá disminuyendo. Y esta crisis, además, está afectando a países como Alemania y otros. La locomotora europea se está quedando sin carbón.