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Juan José Millas

Paradigmático

No sé cuántos salarios mínimos habría que colocar, uno debajo de otro, para que arrojaran la suma de dos millones de euros al año. Muchos. Tal es la cantidad que le cuesta al BBVA la seguridad de Francisco Gonzáles, su expresidente. Un grupo de catorce profesionales cuidan de él día y noche, en su casa y fuera de su casa, se encuentre comiendo o haciendo pis. No hay bebé en el mundo que goce de tales atenciones, no hay príncipe ni infanta ni conde ni marquesa con tantos automóviles blindados a su disposición, con tantos cuerpos alrededor del suyo. Calculado en aparatos respiratorios, González entra y sale siempre acompañado de 28 pulmones. 28 pulmones, con sus bronquios, respiran con él, para él, junto a él. A, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde, en, entre… Ataúlfo, Sigerico, Walia, Teodoredo, etc. Hagan ustedes el cálculo de los páncreas, las gónadas y los intestinos gruesos o delgados que aíslan al banquero de la realidad.

Eso gusta. No se crean a la gente que se queja de los escoltas. Francisco González, de poder, tendría el doble, el triple, el cuádruple. Pepe Mujica, el expresidente de Uruguay no tenía ninguno. Le pregunté cómo era posible que se moviera por el mundo de ese modo y dijo que lo raro era lo otro, pero que nos habíamos acostumbrado a lo raro.

-La escolta -añadió- te separa de la gente.

Y llevaba razón. Pero hay personas para las que la gente es la peste. Piénselo la próxima vez que se acerque al cajero automático a sacar 20 euros. Usted es la peste para el dueño de ese cajero. Usted y yo somos la peste para muchos individuos que sin embargo no podrían vivir sin nuestras nóminas. Usted y yo somos la peste para los dirigentes políticos que en estos instantes trafican con nuestro voto. Usted y yo somos la peste para Sánchez, para Iglesias, para Casado y compañía. Una peste sabrosa, pero peste al fin.

Lo de Francisco González es paradigmático, signifique lo que signifique la esdrújula. Yo no sé si usted tiene algún tipo de vínculo sentimental con el BBVA. Seguramente sí, porque el roce engendra el cariño. Desate ese nudo, que es unilateral. ¿Sabe de quién se protege en realidad el exbanquero? Lo acaba de adivinar: de usted (yo tengo la cuenta en otro banco).

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