A nadie se le escapa que lo tenemos en chino. Pero ojo, porque este club habla mandarín con soltura. Lleva 100 años sobreviviendo a tirios y troyanos; regresando una y otra vez de entre los muertos, para caminar de nuevo risueño por Luceros cuando casi ya nadie se lo espera. Curtidos en mil batallas, estamos entrenados para la adversidad.

Lo tenemos crudo sí, pero no es menos cierto que hemos visto a esta camiseta hacer cosas inverosímiles; ganarse una permanencia en la última jornada en el Santiago Bernabéu o remontar un 0-2 al «DreamTeam» en el Camp Nou, por ejemplo. Así que nadie nos diga que arrojemos la toalla de antemano porque la gesta se antoja imposible. No seremos el Liverpool, pero les aseguro que la Ponferrada tampoco es el Barcelona. El Hércules es capaz de hacer la remontada, aunque solo sea por joder a los cenizos.

Pero una cosa les confieso, si finalmente morimos en la orilla, por primera vez en muchos años no me quedará esa sensación de vacío total y absoluto tras la derrota. Haya o no ascenso, sinceramente creo que esta temporada no será en vano, sino el andamiaje de una futura escalada. En mi opinión se construyó la mejor plantilla de los últimos años, también se consiguieron grandes logros en la cantera, semilla del Hércules del mañana, y, por encima de todo, se estrecharon lazos con la ciudad y cicatrizaron viejas heridas con la afición.

El añorado Quique Hernández puso la primera piedra con una campaña de abonos sensata que mejoró sensiblemente números pasados, y también el club puso de su parte durante toda la temporada. Zonas de animación, recibimientos, o autobuses gratuitos en las tres eliminatorias de la promoción de ascenso son una muestra reciente de lo que les digo.

No quisiera olvidarme de dos tipos excepcionales que contribuyen a esta buena sintonía, Tomás Moya y Quique Sala, herculanos y trabajadores a partes iguales, siempre cercanos y cariñosos con la hinchada; ni tampoco de Estrella, ese ciclón colombiano capaz de mover cielo y tierra por su Hércules, aficionada de a pie, y nexo entre el club y las peñas. Señores, con ustedes, al fin del mundo, este es el camino; y así lo corroboran estas últimas semanas de «herculesmanía» que ha recorrido todo Alicante.

Un servidor al menos lo tiene claro, yo me voy al Bierzo a ver a nuestro equipo pelear hasta el final. Cambiemos la pesadilla de «Isi», por el sueño del «¿y si?»; que todavía no estamos muertos carajo, el Dios del fútbol nos concede noventa minutos más para redimirnos.

Nadie podrá discutirme que, sea cual sea el resultado en el Toralín, las 10 horas de regreso en autobús van a ser igualmente inolvidables. Santa Faz divina, ¡misericordia!