Albert Rivera está repasando toda la bibliografía del mercado en torno a «decir no» mientras la presión hace crujir Ciudadanos para que, muy liberalmente, deje hacer, deje pasar a Sánchez del escaño a la Moncloa.

Se quiere que Ciudadanos actúe como un partido de centro, pero la apuesta de Rivera es adueñarse de la derecha y tiene a mano conseguirlo. El PP, en caída, sacó 66 escaños y Ciudadanos, en ascenso, 57, pero esa diferencia notable de 9 diputados la marcaron sólo 300.000 votos, un 0,8%.

Estos días, mientras el foco abrasador busca a Albert Rivera y encuentra a Inés Arrimadas, Pablo Casado empieza los ejercicios de rehabilitación y abandona la dieta blanda gracias al alivio de Madrid.

Albert Rivera nació a la política desnudo, pero arropado por intelectuales chic hace 13 años y hace sólo 6 tenía su frontera marcada en Cataluña. Desde su vagido antinacionalista hasta este aumento de la frecuencia y amplitud respiratoria no ha hecho más que crecer, pero siempre con cambios en los términos ideológicos de Ciudadanos, que fue antinacionalista socialdemócrata y ahora es liberal y nacionalista español como el que más, que es Vox, ese incómodo vecino.

Ciudadanos ha crecido en todos estos años porque Rivera siempre ha visto lo siguiente, América desde el Guadalquivir, y ahora avista el latifundio de la derecha, quiere ser la derecha y es la derecha y quiere decir no y es no y si se abstiene lo centran y pierde lo que quiere. Su problema no es el PSOE, es el PP. Si dobla y se abstiene se queda en el centro, pero si aprieta los dientes y aguantan las cuadernas del partido logrará lo que busca. Este político, sobrado por dentro y borde por fuera, usa mercadotecnia agresiva porque no va por menos que a por todas.