Se pasan ocho años intentando convencer a los electores de centroderecha (y parte de los de centroizquierda) de que vienen a regenerar la vida política, y acaban sosteniendo a los mismos gobiernos que venían a regenerar. Consecuencia: algunos de quienes creyeron que aquello era posible ya ponen en duda el proyecto. Como habrán adivinado, me refiero a Ciudadanos. Qué habrán hecho sus votantes y afiliados para merecer semejante galimatías al frente de la organización. La colla de Alberto Carlos ha logrado dominar el arte de argumentar una cosa y la contraria al día siguiente; defender una idea a partir de datos falsos, cifras apócrifas o poner por testigos a interlocutores que jamás lo fueron. La última necedad ha consistido en afirmar que un jefe de Estado, Emmanuel Macron, felicitó a Ciudadanos por sus pactos con el PP y Vox. Un día tardó en desmentirlo el Elíseo. Y pretendían el sorpasso. Su credibilidad fuera de España comienza a ser la misma que dentro, una evidencia que explica las líneas rojas marcadas por Valls, Roldán o Nart, todos con la mosca detrás de la oreja por la obstinación de Rivera en, por un lado, dinamitar la inevitable investidura de Pedro Sánchez , y, por otro, insuflar aire a los ultras. Menos mal que todavía les queda Arrimadas, cada día, ojo, más en peligro de sobreexposición. Ciudadanos pretende una empresa casi imposible: asociarse al PP y mantenerlo a raya, todo a la vez. Al PP, un partido con vocación y experiencia de gobierno, bregado en mil contubernios internos, poseedor de una amplia red de clientelismo y una base electoral nada despreciable pese a las derrotas. Tendrá suerte Cs si no acaba fagocitado por los populares allá donde ambos administren al alimón. ¿Se acuerda alguien de Unión Valenciana? Pero siempre queda el don de la inoportunidad de la izquierda para minimizar los daños del rival y girar los focos hacia sus propias contradicciones. Ximo Puig va a tener a la ex de Ciudadanos Carolina Punset como asesora de Presidencia para asuntos europeos. Muchas explicaciones deberá dar a la sociedad y a su partido. ¿Era necesario? ¿Se trata de la persona adecuada? ¿No tiene el Botànic nadie cualificado para ese puesto? Nada de esto parece tener que ver con la regeneración.
