La realidad es ese intangible variopinto agrupado por las diversas ópticas que la interpretan. La realidad, la incontestable, la conforman, entre otros, la geología, las mareas, la atmósfera, la torrencialidad de las lluvias de algunos octubres. Sin embargo, el concepto de realidad no resiste, por interpretable, cuando se aplica a las injerencias de hombres y mujeres sobre el medio y sus habitantes. Algunos llaman gestión a estos procederes y casi siempre obedece, por la propia condición humana, a intereses personales en detrimento de los de la comunidad.

Alguien pudo decir, y si no lo escribo yo, que la política es la máxima efervescencia de los egos. Dadme un político y consolidaré un problema, exclamó el nihilista. Habida cuenta del panorama poselectoral que se cierne sobre la provincia de Alicante, con un pandemónium de pactos cruzados, algunos surrealistas, todos interesados, ninguno orientado al interés del ciudadano en primera instancia, el nihilismo político no parece una mala elección de militancia porque en él caben la decepción, la frustración y la desolación ante un futuro provincial que se antoja continuista en lo que concierne a esa sucesión de olvidos que han conducido a la provincia de Alicante, territorio en el que viven dos de cada cinco valencianos y un cuatro por ciento largo de la población de España, a un páramo de progreso, perdido el paso de unas inversiones concentradas y sostenidas en Valencia por su condición de Cap i Casal.

La renovación del Pacte del Botànic no parece la mejor de las alternativas para que la Generalitat repare en que el sur, el suyo, también existe. Los mismos solo serán capaces de ejecutar lo mismo pese a las vaharadas de promesas vertidas en tiempos de recabar voluntades en forma de votos. Pero del mismo modo que podemos inferir esa depreciación alicantina, en Elche, la tercera ciudad de la Comunidad por padrón, nos sentimos igualmente esquinados, no ya solo de Valencia, sino de la propia ciudad de Alicante, que ha copado, pese sus lamentos, la parte más sustanciosa de las inversiones cuando en la capital solo vive uno de cada cinco alicantinos. La ausencia de peso de la provincia del sur en el Palau de la Generalitat no se va a solventar con esas acciones de cosmética a las que ten proclive parece el gobierno de Ximo Puig y de una Mónica Oltra, domesticado su ímpetu camisetero por los masajes del poder.

Me compete Elche, por afinidad, por circunscripción demográfica, por compromiso y porque esta es mi patria, la chica, la más grande. Me entristece Elche cuando dejo de admirarla desde las emociones y la analizo desde las razones y me sucede que le advierto un futuro incierto, falto de un proyecto de ciudad a medio y largo plazo diseñado desde la propia Elche, mancomunadas sus fuerzas, las políticas, pero también las sociales que debieran erigirse como intermediarias entre la calle y la política mediante la articulación de una sociedad civil altruista, con la ciudad como fijación. Elche necesita sacudirse el corsé decisorio proveniente de Madrid, de València y también de Alicante y tomar una iniciativa conocedora de sus carencias que no son sino el resultado de demasiadas negligencias y ostracismos sufridos casi desde el principio de la conformación de las autonomías.

La perseverancia en la reivindicación se erige como el trazado de una de las dos paralelas inexcusables para la obtención, si ya no de éxito, sí del reconocimiento autonómico de la aridez de la evolución en la provincia alicantina y en la propia ciudad de Elche. La otra paralela la constituye la unidad de acción, y esa se plantea como la mayor resistencia a vencer. En estos tiempos disyuntivos de ideologías, la estrategia de dividir para vencer se antoja más factible. València y su gobierno autonómico, capitaneados por un estratega del conservacionismo como Ximo Puig, lo sabe y lo practicará si se lo consentimos.

La presión solo será efectiva si se realiza con una solidez argumentada basada en estudios, proyectos (que los hay, y sesudos, y minuciosos, y multisectoriales) y un discurso de futuro más incluso convencido que convincente. Y si proviene de todos los foros ilicitanos posibles, a una sola voz. Por ultimo un planteamiento que siguen repitiendo, no dividan el municipio, no saquen fuera sin construir hacia dentro, porque todas las ciudades del mundo se concentran no se alejan y nosotros cada vez tenemos mas cosas fuera.