Me acuerdo de lo que, en 1976, cantaban los amigos de Antonio Fraguas, «el Forges», en un disco, «Forgesound», homenaje al dibujante, que compusieron, y produjeron, Jesús Munárriz, «El Muna», y Luis Eduardo Aute, en el que, entre otros, participaron Teddy Bautista, Rosa y Julia León o Aguaviva. En el vinilo había una «coplica», interpretada por Aguaviva, que se titulaba «Pasodoble de las majas», en la que se decía: «No hay derecho que no dejen a las majas llevar flores en los pechos». En una de las estrofas se aseguraba que las majas, que no sabían lo que hacer «con la sangre de sus chulos», escribían: «Señor alcalde mayor/tenga usted formalidad/que libertad son claveles/no claveles libertad». Evidentemente, el «alcalde mayor» no era otro que el entonces presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, quien presidía un ejecutivo que, aunque el general Franco había muerto el 20 de noviembre de 1975, seguía prohibiendo ciertas «performances» a majas y reinas de las fiestas de los pueblos, como que exhibieran «claveles rojos» con los que «adornar sus escotes cada vez más generosos y sugerentes a la vista» de los españoles que habían «pasao» casi 40 años viendo las cosas «en blanco y negro» y que viajaron a Perpiñán (Francia) para ver «pelis subidas de tono», «imposibles de proyectar» en cines de la Gran Vía madrileña; a saber, «El último tango en París», con la famosa escena de la mantequilla entre Marlon Brando y María Schneider, o «Emmanuelle», en la que Sylvia Kristel nos enseñaba que el sexo no sólo se practica para procrear. Pues eso, ¡no hay derecho a que nuestros desgobernantes quieran retrotraernos a una época que yo creía superada! ¡País!

Quien me conoce sabe que soy fiel seguidor de la filosofía de vida que practica -¡o practicaba, ya no lo sé, porque hace tiempo que no nos vemos!- mi ex compañero Pedro Martínez Boró, quien, después de una cita electoral, y dependiendo del resultado, decía algo así como que «íbamos a ganar los de izquierdas y hemos ganado los de derechas», o viceversa, dando a entender que, pasase lo que pasase en las urnas, «todo iba a seguir igual».

Pues eso, que nuestros desgobernantes suelen «cambiarlo todo para que todo siga igual» con la única intención de desconcertar -por no decir engañar y confundir- a quienes no distinguen «el buen hacer del timo de la estampita o tocomocho». ¡País de trileros, fulleros, malandrines y follones, como diría Don Quijote!

¡Haz lo que te diga no lo que yo haga! Sabias palabras que reflejan la idiosincrasia de, sobre todo, nuestros desgobernantes. El Doctor Pedro II -también conocido como «falcon-eti»- es el máximo representante de los «prometedores compulsivos», ya que, como él se encarga de recordarnos de vez en cuando, es «el presidente», aunque luego todo queda en un «quítame allá esas pajas», porque «me desdigo con una facilidad pasmosa», casi digna de una «tesis doctoral».

Su filosofía parece ser la de «prometer hasta el meter...». A saber; «prometo que lo primero que haré, cuando sea presidente, será convocar elecciones». ¡Meeec; agua! (le costó un huevo convocarlas). «Para llegar a la Moncloa, nunca pactaré con el populismo y los independentistas». ¡Meeec; agua! (recuerdos de Pablo Iglesias o Bildu, querido). ¡Sacaremos a Franco del Valle antes del 10 de junio! ¡El general sigue en su sitio!. ¡Qué se pare el mundo que me quiero bajar!, o como contaba el Mariscal Romero, en el arranque de su versión del «Satisfaction», de los Rolling Stones: «Nos están chupando la sangre; eso, eso, que nos la chupen».

Pepe Ciscar parece que ha descubierto el verbo «quedar bien» y «ha dimitido como presidente provincial pepero», aunque me da que es más una especie de «postureo político», porque en el fondo -si es que lo tiene- el cuerpo le pedía otra cosa; seguro. Creo que si el hasta ahora «jefe» se ha ido, otros deberían seguir su ejemplo y salir corriendo, ¡por lo que pudiera pasar!

Pero no os preocupéis, ¡aquí no se mueve ni el tato, aunque estén «más tiraos» que un mochilero en el Nepal! Ya lo cantaba Joan Báez, en la década de los 60: ¡no nos moverán!. ¿Y de Aix, qué?. ¿Me quedo o me voy!. ¡Anda, como Franco!.

Como se dice en el cantón vegabajero, «¡no me mandes más jamones que tengo la despensa llena!».

Por cierto ésta práctica no es exclusiva de altos cargos, puesto que en diferentes pueblos del cono sur alicantino también se lleva -¡y mucho!- lo de prohibir, aunque en el «mayo francés» se promulgaba lo contrario: «Prohibido prohibir». ¡No; no hay derecho, que no dejen a las majas llevar flores en los pechos!