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Francisco José Benito

La cuarta vía

F. J. Benito

El mosquito tigre y la clásica falta de prevención para todo en Alicante

Chikungunya. ¿Le suena? Imagino que desde la picadura a los turistas islandeses en Alicante les sonará un poco más. Para los despistados. No se trata de la última droga de moda en la noche alicantina y, por supuesto, tampoco ha llegado a la península desde Ibiza. Hablamos de un virus, que, ¡oh casualidad!, se ha detectado en España por primera vez en una familia de turistas islandeses víctima del mosquito tigre, que tras unas vacaciones en la Playa de San Juan se volvió a su país con este recuerdo alicantino. No es ninguna broma. El virus Chikungunya se transmite de manera similar al que produce la fiebre del dengue y causa una enfermedad con una fase febril aguda que dura de dos a cinco días, seguida de un período de dolores en las articulaciones de las extremidades. Dolor que puede persistir semanas, meses o incluso durante años en un porcentaje que puede rondar el 12% de los casos. La mejor forma de prevención es el control general del mosquito, además, lógicamente de evitar las picaduras. Hasta la fecha no hay un tratamiento específico, pero existen medicamentos que se pueden usar para reducir los síntomas. El reposo y la ingesta de líquidos también pueden ser útiles y, ojo, los niños y las personas mayores de 65 años forman la población de riesgo más sensible al virus para que el que todavía no hay un antídoto muy eficaz.

Una vez más Alicante ha aparecido en los periódicos e informativos de toda Europa y no por nada bueno. Hace más de diez años ya que el mosquito tigre, oriundo de África y el Caribe, se calificó como especie invasora y, por lo que parece, lejos de ponerle coto en la provincia, parece que lo hemos adoptado ya como una si fuera una especie traída por Balmis tras su periplo por América y Filipinas expandiendo la vacuna contra la viruela. No, para nada, el tema es más preocupante. El festín que se dio el mosquito tigre a principios de este junio que enfila mañana su recta final con la cremà de las Hogueras de Alicante, con una familia de turistas islandeses ha vuelto a dejar en evidencia otra de las asignaturas pendientes que tiene Alicante y el resto de los municipios de la provincia en materia de sanidad: la falta de una labor de prevención (fumigación), realmente efectiva en una zona de España en la que calor y humedad son dos elementos ideales para la proliferación de todo tipo de insectos que campan a sus anchas. Que me perdonen los entomólogos amantes de estas criaturas -en la Universidad de Alicante los tenemos y muy buenos- pero no es de recibo que todos los veranos se produzcan episodios relacionados con la falta de prevención de la Administración. El último lo ha causado el mosquito tigre, hace unos días la araña violinista, ¿cuál será el siguiente?

José María Perea, mano derecha de José Luis Lassaletta, primer alcalde de la democracia, recuerda que cuando llegó como edil al Ayuntamiento de Alicante a principios de los 80 se encontró con un ciudad similar a la Hamelin de celebérrimo cuento de los Hermanos Grimm, con cuatro ratas por habitante. Unas 800.000 en total, muchas de las cuales campaban a sus anchas por las calles. En aquella época hablar de fumigación preventiva significaba viajar a Suecia, Dinamarca, Francia, pero no en una España en la que la última vez que se había fumigado había sido cuando Franco todavía era sargento. Pues bien, el Ayuntamiento se puso manos a la obra e hizo lo que tenía que hacer. Habilitar una partida económica para la fumigación anual y atajar el problema. A los dos años se hizo un nuevo censo y la población de roedores se había reducido un 75%, es decir a rata por vecino. Desagradable pero, al parecer, un censo más parecido al de Estocolmo. Ratas sigue habiendo, y la falta de limpieza de la ciudad no ayuda -nadie puede saber lo que puede pasar el día que volvamos a dejar la basura orgánica en la puerta de portal-, pero ya no se ven como en los años en los que Perea llegó al Ayuntamiento. Ahora bien, lo de los mosquitos parece una batalla perdida a pesar de que contemos en la provincia una empresa reputada especializada en el tratamiento de plagas.

Pero, claro, los insectos no se acaban solo con fumigar a demanda, cuando el vecino o la asociación de un barrio determinado de Alicante, Elche, Benidorm o Elda ponen el grito en el cielo tras verse los habones sobre la piel, o no pueden ni abrir las ventanas por la noche. Como con todo, hace falta voluntad, organización y presupuesto. El caso detectado hace unos días demuestra que, de nuevo, hemos vuelo a fallar. Ya solo falta que un tabloide británico lleve la Costa Blanca a su portada comparando Alicante con un país africano y recomiende, por tanto, a sus lectores, que se queden en Liverpool.

Hace solo una década aún era una rareza, pero la expansión del dichoso mosquito empezó a crecer a mediados de década de los 90 al calor de la preocupación que despertaban las enfermedades que proliferan por culpa de su picotazo. Lo ha hecho como una mancha de aceite hasta estar ya presente en 335 municipios, el 62% de todo el territorio de la Comunidad Valenciana.

Limpieza e higiene sanitaria son las bases para el buen funcionamiento de una ciudad y ni el alcalde Alicante ni la primera autoridad de ninguna ciudad de la provincia pueden resignarse como aquel alcalde de Calcuta, que en una cumbre de grandes ciudades para explicar como habían resuelto sus problemas ambientales soltó al auditorio, tras escuchar a los primeros ediles de Londres, Viena o París, aquello de «miren, Calcuta está llena de excrementos de vaca pero en mi país las vacas son sagradas». Y se sentó de nuevo. Llega el verano y los turistas, los mosquitos y cucarachas. No dejemos que se conviertan en unos vecinos desagradables y pongamos el remedio.

Además de la imagen nos jugamos la salud, que el chikungunya no es ninguna broma y ahí está la alerta decretada por Sanidad. Como siempre, en Alicante reaccionamos ante hechos consumados. Esperemos que lo de los islandeses se quede en anécdota.

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