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Normandía, más allá del "Día D"

Honfleur, Rouen o el país de Auge, para completar un viaje a las célebres playas

Cuando en la madrugada del 6 de junio de 1944 el soldado americano John Steel se quedó colgado del campanario de la iglesia de Sainte-Mère-Église, atrapado con su paracaídas al ser lanzado sobre el pueblo en una de las muchas y diversas operaciones que conformaron el histórico y decisivo Desembarco de Normandía, poco podía imaginar que décadas después su hazaña serviría de ilustración para las vidrieras del templo, daría para llenar todo un museo e incluso adornaría pegatinas, chapas, capuchones de lápices y todo tipo de merchandising. Al llegar a este bucólico pueblo de la campiña francesa, cercano a la costa, se divisa rápido el curioso detalle de la torre de la iglesia: un muñeco colgado de un paracaídas en recuerdo de Steel, quien aquel día cayó en manos de los alemanes, pero logró escapar y luego contar su historia por la que fue debidamente condecorado.

Tierra imán para los impresionistas

La de Steel es una de los cientos de anécdotas que dejó la "operación Overlord", de la que este mismo mes se celebró el 75.º aniversario con un solemne acto institucional en el cementerio norteamericano de Coleville-sur-Mer, donde descansan más de 9.300 soldados estadounidenses muertos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. La efeméride es una buena excusa para escaparse hasta el norte de Francia y profundizar en la historia reciente y más dolorosa del continente, a la que los europeos nunca deberían dejar de mirar. Normandía es sin lugar a dudas uno de los destinos imprescindibles para conocer en profundidad qué pasó en el Desembarco, las grandes dificultades geográficas y estratégicas a las que se enfrentaron los aliados y qué supuso históricamente. Esta región del norte de Francia, con 30.000 kilómetros cuadrados y más de 3,3 millones de habitantes, es rica en historia, cultura y patrimonio. Solo con centrarse en el "Día D" se llena tranquilamente una semana de viaje si es que se quiere profundizar en el tema. Lo básico son las playas (Utah, Omaha, Gold, Juno y Sword), por otro lado una delicia para los amantes del mar y de los largos paseos por la arena; en cada una hay un memorial. La fortificación de Pointe du Hoc, en lo alto de un acantilado y prácticamente igual a como era hace 75 años, o los restos de los puertos Mulberry en Arromanches son otros imprescindibles junto a los museos (en Caen está el principal) y los cementerios, cerca de 30, con especial interés el citado norteamericano y el alemán (sobrecogedor) de La Cambe. Pero el territorio tiene mucho más que ofrecer más allá del Desembarco, empezando por la ciudad de Bayeux (allí De Gaulle ofreció su primer discurso de la Francia libre, el 14 de junio del 44) y su famoso tapiz, del siglo XI, que representa a lo largo de 60 metros la batalla de Hastings, inicio de la conquista normanda del sur de Inglaterra. Otro de los secretos (a voces) de Normandía es el país de Auge, una región histórica y natural al sur de la desembocadura del Sena, identificado con las vacas por sus interminables y verdes pastos al aire libre, los manzanos, la sidra y el calvados, así como lleno de las tradicionales casas normandas que hay en pequeños pueblos, algunos del club "Los más bellos de Francia", como Beauvron-en-Auge. No faltan villas históricas como Pont l'Eveque (incluida también en el citado grupo de las más bonitas) o rincones imán para los gourmets como Camembert y su museo dedicado al queso. Entre todas destaca por méritos propios la portuaria y evocadora Honfleur, en el estuario del Sena. A pocos kilómetros está el puente de Normandía que conecta con el industrial Le Havre, donde el arquitecto Oscar Niemeyer cuenta con una obra que bien recuerda -como muchas otras- a la de Avilés. Honfleur es una de las cunas del movimiento impresionista, donde recalaron Courbet, Monet, entre otros, quienes pintaron innumerables veces su coqueto puerto, hoy lleno de apetecibles terrazas llenas de mariscos y pescados. Aquí nació Erik Satie en 1866 (tiene dedicado un curioso y sorprendente museo) y también Boudin. Al Este, una hora aproximada en coche, queda la grande y bella Rouen, también meca de los pintores de hace más de un siglo, llena de arte, de bullicio en sus calles, con un surtido mercado y la omnipresente placa en recuerdo de Juana de Arco, muy célebre por estas tierras. Y un poco más allá se localiza Giverny, famosa gracias a uno de sus más ilustre visitantes, Monet.

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