Cuando alguien intenta censurar una imagen o una información lo que suele conseguir es que se divulgue más y quienes ignoraban el hecho se enteren. Con Internet esto se eleva hasta el infinito y se llama el «efecto Streisand». Ayer miles de personas supieron que el secretario judicial del consejo de guerra a Miguel Hernández era un señor llamado Baena Tocón y lo elevaron a trendin topic en twitter gracias a una decisión errónea de la UA, por la que se prima la supuesta protección de los datos frente a la libertad de expresión, de información y a la función misma de la historia como relato de unos hechos ciertos y contrastados. Aunque respetable, la denuncia del hijo de Baena es ridícula, porque busca ocultar su participación documentada en el juicio y porque por más que la universidad suprima su nombre de los textos de Ríos Carratalá en la red, aquel permanece en su libro, que ya recogió en un artículo en INFORMACIÓN el periodista Juanjo Payá hace cuatro años. Aunque el dato se borre de todas las webs del mundo seguirá en el papel, en los libros y en las hemerotecas, siempre que no ardan.
