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Desde mi terraza

Mi ciudad

Ya tenemos alcalde. Los pactos convirtieron a Alicante en la única ciudad y provincia de la Comunidad Valenciana en la que gobernará la derecha, tanto en el Ayuntamiento como en la Diputación Provincial, gracias al pacto entre el Partido Popular y Ciudadanos. Nada que objetar al respecto puesto que es absolutamente legal. Y aquí no valen opiniones subjetivas, por mucho que muchos discrepemos con la política de pactos; lo que hay es lo que hay, y los números cantan. Como tantas veces he dicho y escrito, a un servidor lo que le interesa es la ciudad de Alicante, preferencias políticas aparte. Y no tengo por qué anticiparme a la marcha de Alicante durante los próximos cuatro años porque el Ayuntamiento pase a manos de la derecha, esta vez sin regalos de tránsfuga alguno; las elecciones municipales tienen mucho de personalismo, guste o no, y el señor Barcala ha jugado bien sus cartas, y se convierte en el nuevo Alcalde de Alicante de pleno hecho y derecho; y como alcalde democráticamente elegido es obligado saludarle con el respeto que merece: don Luis Barcala es mi nuevo alcalde. Y lo primero que debemos esperar de él es que ponga orden en la ciudad, rompiendo el maleficio que ha caído sobre nosotros en los últimos años. Y si les digo la verdad estoy esperanzado de que aprovechen la oportunidad que se les brinda. Parece que el nuevo alcalde es moderado, ama Alicante y es honrado; las tres cosas son importantes. Y como supongo que se afanará en no decepcionar a su electorado, espero y deseo también que tampoco defraude al resto de alicantinos. Pero atención a los detalles, porque hemos empezado mal con un pequeño -pero sintomático- incidente que, según cuenta la prensa local, se produjo ayer mismo al finalizar la mascletá, cuando el nuevo edil de Fiestas impidió a la subdelegada del Gobierno saludar y felicitar al pirotécnico, lo que provocó la queja y protesta de la señora Poblador ante el alcalde Barcala. Y así no, señor alcalde. El incidente no fue importante, pero puso de manifiesto (una vez más) la tendencia a que algunos concejales ya consideren a Alicante como su cortijo particular; todos y cada uno de los ediles deben tener un comportamiento exquisito, y no convertir a su jefe en un apagafuegos, porque tendrá asuntos más importantes a los que dedicar sus energías. Que existe un Gobierno central y un gobierno autonómico de diferente color político, y con prioridad del Partido Socialista, es un hecho innegable que obliga a una cohabitación democrática y con la madurez lógica aplicable a la situación. Buena suerte en fin al nuevo ayuntamiento, porque los alicantinos precisamos que en la ciudad se instale el reclamado sosiego, y que nuestros gobernantes transiten por la dirección de la sensatez y el sentido común. Cuestión aparte es la situación de la oposición municipal; al aspirante del PSOE Paco Sanguino le están dando por todas partes, y eso es injusto. Sea como fuere y como se han desarrollado las cosas, el señor Sanguino se ha convertido en el jefe de la oposición, y merece el respeto de todos, empezando por los miembros del partido por el que se presentó. Paco aceptó la inesperada aventura para la que se le requirió, y perdió la partida; no es ni será la primera ocasión en que tal cosa sucede, pero resulta lamentable que se le haga cargar con todas las responsabilidades cuando -me consta - nunca tuvo la tentación de dedicarse a la política. Se le propuso un reto y él recogió el guante; es todo. Y si estos próximos cuatro años le sirven como fogueo y entrenamiento para intentarlo de nuevo en la siguiente cita electoral, su derrota le habrá servido como formación política, en el caso de que no tire la toalla en un futuro lejano... o quizás no tanto. Pero eso sería malo para el partido que confió en él distinguiéndole con un honor inesperado: el honor le obliga al sacrificio. En un momento en que la situación política nacional está tan «encabronada» (con perdón), estaría bien que en Alicante reinara la calma, la serenidad y el sentido común.

La Perla. «Busco la felicidad porque es bueno para mi salud» (Voltaire)

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