Si es usted capaz de entender a nuestra sociedad, en su esencia o en sus formas, celebraría me lo explicase. Temo que usted no encontrará palabras y yo con mis entendederas quedaría en albis. Mire, usted y yo navegamos en un mar de paradojas bajo la nube siempre gris de la hipocresía. Para no seguir divagando, vayamos a lo concreto. Ejemplos, muchos, simplifiquemos por cosa del espacio y por no dar la tabarra. Ejemplo Uno y Principal. Tiempo ha que nos acribillan desde los medios con una campaña en tono apocalíptico: la invasión de los plásticos dará matarile a nuestra civilización.

Imágenes desgarradoras de islas de muchos kilómetros cuadrados donde la tierra firme es un inmenso parqué de plásticos o fotos de autopsias de grandes peces con los estómagos rotos por pretender hacer la digestión a dos botellas de lejía y cuatro envases de yogur o cordilleras de plásticos en las escombreras del mundo sin posibles que engullen a los críos que rebuscan un mendrugo entre la mierda. Pero, amigo, al fin, la solución, en los súper y comercio en general nos requieren para adquirir la bolsita de plástico y llevar la compra. Bueno, vale. Yo, ayer, me fui a mercar los potingues para el aseo personal: champú, gel de baño, desodorante, crema para las pieles secas (de oferta, dos por uno), un jabón líquido para el lavado de manos, acondicionador para los cuatro pelos, pasta de dientes, cepillo, colutorio con sabor a menta, agua de colonia de litro, muy fresca, papel higiénico, por Dios que no falte. Ya en la caja: ¿Le pongo, bolsita? Usted, qué cree. Pagué por el envoltorio 15 céntimos, pero, oiga, me quedó la conciencia tranquila.

El vendedor, vendiendo la bolsita, y yo, comprándola, dormiremos a gusto y soñaremos con un mar limpio como el del pleistoceno. Lo malo es que como no duermo y pienso, pesé en una balanza mental todo el plástico que yo, un solo habitante, había engendrado para desengrasar pelos y cataplines, y airear, como diría Forges, los alerones. El peso mental, grosso modo, de los plásticos envoltorios de la cosa del aseo ascendió a un kilo y pico. El peso de la bolsita calculo que andará por los 2 gramos. O sea, 500 veces menos el continente que el contenido, y con esa nimiedad alivio al planeta y mi conciencia queda tranquila. Pero, andemos un poco más, si la población de este país roza los 47 millones, pues al multiplicar el número de habitantes por 1,200 kilos de plástico que genera cada chorlito en material sólo de aseo me salen unos 56 millones y medio de kilos en un mes, más o menos. Ojo, que sólo hablamos del cuarto de baño. Pero con bolsita, que es como hacerlo con preservativo. Si quiere seguimos haciendo números, aunque por razones de salud no lo considero prudente, me deprimo con facilidad, así que lo mejor es que gritemos a la p.