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Principio de reciprocidad

Los pactos locales que complican el entendimiento nacional

No digo que no se haya equivocado Albert Rivera en su estrategia ni tampoco que vaya a recuperar el bagaje político perdido en brazos de la ambigüedad poniendo huevos en dos cestas distintas. Seguramente lo ha hecho. Pero a los que desde un punto de vista interesado, que tiene como excusa la altura de miras, le piden que se inmole políticamente en beneficio de España habría que decirles que utilicen el sentido de la reciprocidad para requerirle a Sánchez esa misma energía sensible.

Tenemos, por ejemplo, a Macron que llegó al Elíseo impulsando un nuevo amanecer del Estado en Francia y que defiende la idea de una Europa constitucionalista frente a los nacionalismos y los populismos de distinto signo. El mismo Macron que reclama de Ciudadanos que se despoje de cualquier tipo de connivencia con la extrema derecha, debería ser también el primero, si es que pretende a partir de ahora guiar nuestra conciencia democrática, que exigiese a su nuevo pupilo europeo, Pedro Sánchez, que el PSOE se desentienda de pactar con los nacionalistas en Navarra y, a la vez, de permitir a Bildu que forme parte de la Mesa para facilitar el gobierno de Chivite.

¿No funciona así el principio de la reciprocidad? Nada con la extrema derecha, ni acuerdos, ni apoyos; nada con la extrema izquierda y con los nacionalistas. Lo contrario es la ley del embudo. Lo ancho para mí, lo estrecho para los demás. Hablar de un Gobierno de Pedro Sánchez en España apoyado por Ciudadanos debería significar la renuncia socialista a las componendas con el nacionalismo. Los que empujan en esa dirección, caso de Valls, tendrían que tenerlo en cuenta al suspirar por el acuerdo.

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