Han sido constituidos los ayuntamientos españoles con las mayorías conformadas, a su modo. En muchos municipios la fuerza más votada se va a quedar en la oposición. Es triste. Se siente. Es la crudeza del sistema. La democracia es la conformación de mayorías, las cuales, sumadas, ostentan mayor representatividad popular. Es igual de legítimo. Esto ha pasado -y si nadie lo remedia, porque siempre hemos estado con el soniquete de la pretendida reforma electoral- volverá a pasar en las próximas singladuras electorales. Al tiempo. Los años amplifican la pituitaria nasal.

A partir de ya se bajará el telón y el silencio inundará el anfiteatro. Ha pasado la efervescencia, la tensión y las soflamas. Ahora, cada opción política, cada grupo municipal, se halla ligado por sus pactos. Para bien o para mal. Allá el partido que se intitula de centro liberal y se escora hasta la extrema posición negando el pan y la sal a la opción socialdemócrata. El futuro le estará esperando. La memoria estará ahí para blandirla.

La ciudadanía se halla cansada de tanta palabrería huera y de calibre bajo. Toca poner en práctica todo aquello que ha sido vendido al respetable. Y habrá que poner los pies en tierra y muchas de esas promesas -ya se verá- se trocarán en algo evanescente. «Yo creía...» podría ser un lacónico lamento del posterior descreído.

La política, que es algo muy serio, tiene un mucho de teatro, de pose, de artificio, de ambición desmedida. Por eso la sinceridad y el buen estilo vende muy poco, y si no que se lo digan a Gabilondo, señor donde los haya y que se queda con la miel en los labios, siendo su grupo el más votado por la ciudadanía de la Comunidad de Madrid. Lo siento de verdad. Porque profeso por este personaje reflexivo una querencia, por cuanto expresa y convive con los demás, de la ideología que fuere. Yo creo, a buen seguro, que a esta persona le tendrán reservadas otras metas provenientes del Gobierno de España. No se puede ir a casa, y desde esta humilde tribuna se lo pide el escribidor.

«No podemos prever el futuro, pero podemos prepararlo», señala el premio Nobel Ilya Prigogine, uno de los más grandes pensadores de nuestro tiempo, físico, químico y filósofo, rematando que el «futuro es construcción». Y es verdad. En el ámbito local hay que tejer puentes de diálogo, hay que convenir entre diferentes. Me ha enojado la cerrazón de algunos políticos insertando de forma inmisericorde cinturones sanitarios, de inconexión autómata. Por ahí no van los tiros ni los tiempos. Máxime, además, cuando lo predica gente joven que tiene que estar abierta a otros modelos de convivencia. La España ajada y profunda, creo, la dejamos atrás hace bastantes años. Al menos eso creía.

Hay que construir un futuro local resolviendo el día a día de las necesidades más básicas de los convecinos. Que el ámbito local irradie y ensalce la cultura, que potencie los servicios sociales como expresión del modelo de Estado social en que nos hallamos; que desde la institución se proyecte la neutralidad ideológica porque las entidades locales son «espacios de convivencia plural». Quien no sepa entender lo expuesto es que no se halla dotado para el facere político. Suerte.