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Caídas del caballo

A todo el mundo le llega, antes o después, la hora de confrontar su propio discurso con la dura realidad. Le ha pasado a la equidistante Ada Colau, que (contra el pronóstico hecho aquí) acabó dando el único paso posible para asegurar la supervivencia, y cruzó la Plaza de Sant Jaume increpada por los independentistas.

Está a punto de pasarle a Sánchez, quien, si no arma un cierto contubernio con la derecha navarra, o logra una limosnera abstención de Esquerra, para revalidar Moncloa habrá de encomendarse al favor de Rivera, quien todavía no ha pronunciado aquel "no es no" que Sánchez clamaba contra Rajoy.

Estas caídas del caballo le hacen perder a uno la postura, la apostura y la compostura, pero el poder es así muchas veces, solo rodea de su rutilante dignidad al que está dispuesto a pagar algún precio de indignidad; o sea, solo ensalza al que se ha humillado (Lucas, 14:11).

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