Imagínense que fuese posible realizar un viaje al pasado y les preguntasen con quién les apetecería tomar un chocolate con churros. ¿Quién elegirían? Sé que la decisión es difícil y el elenco amplio, pero yo quizás decidiría volver a la antigua Grecia y juntarme con Sócrates, Platón y Aristóteles. Nunca la filosofía tuvo una delantera tan prodigiosa. Por entonces también estaban los sofistas, un vecino próximo de los políticos que desgraciadamente hoy tenemos que soportar y mal dirigen nuestras organizaciones a nivel local, autonómico, nacional e incluso internacional, y que utilizaban la retórica e incluso la poesía para manipular las emociones del prójimo y omitir hechos, hasta que Aristóteles puso las cosas en su sitio. "Ars Rhetorica" fue el resultado, un tratado escrito en el siglo IV a. C., que versa sobre el arte de la persuasión, y que sirvió para establecer la diferencia básica con las técnicas de manipulación utilizadas por los sofistas. Y aunque hayan pasado varios siglos: ¿a qué les recuerda lo dicho?

A diferencia de los sofistas, Aristóteles y sus maestros creían en un uso filosófico de la retórica para acceder a fines nobles. Así pues, Aristóteles estableció las condiciones para que un orador sea persuasivo, es decir, que consiga que las personas hagan algo que normalmente no harían si se lo pidiéramos. Aristóteles destaca tres características que no poseen los políticos mediocres: ethos, pathos y logos. Logos son las palabras que utiliza el orador para organizar su discurso, que debería estar basado en la lógica y la razón para transmitir un mensaje poderoso. Ahora miren a su alrededor y abran bien las orejas: ¿ven alguna lógica en los argumentos que nos bombardean desde los medios, amplificando las ocurrencias e improvisaciones de estos políticos? La verdad es que no, y la poca que puede haber es desgraciadamente populista y manipuladora. Falla pues la primera condición, pero prosigamos, porque lo mejor está todavía por llegar. Pathos es todo lo relacionado con las emociones del discurso, para que sean percibidas por el receptor (el público).

En este aspecto trabajan mucho los políticos, con arengas continuas, lenguaje de manos, levantando el tono de voz, haciendo alusión a símbolos nacionalistas, a pasajes históricos mal interpretados o deformados subjetivamente, a banderas que en muchas ocasiones son más recientes que el mantel de casa, a datos erróneamente interpretados (manipulados) para que al oyente le rujan las entrañas, etc. Me aburre verlos moviendo las manos como teleñecos, intentando reproducir del disco duro aquello que sus asesores les han aconsejado. Ya saben que mediante el test de Hare se ha demostrado que la mayor parte de los políticos son psicópatas. Pueden ustedes comprobarlo online, si son un poco masoquistas. Solo tienen que responder sinceramente a 20 preguntas y guardar el secreto. Como diría la mafia: "No se preocupen, conocemos el resultado". Algunos de nuestros políticos incluso tienen características faciales y tonos de voz que los hacen fácilmente distinguibles. No diré nombres, pero hay unos cuantos y unas cuantas en nuestro entorno. Este test también está altamente correlacionado con el de ineptitud.

Estos especímenes sufren del efecto de DunningKruger, un sesgo cognitivo según el cual los individuos con escasa habilidad o conocimientos se consideran más inteligentes de lo que realmente son, promocionando un sentimiento de superioridad ilusorio, donde la realidad se erige en torno a la mentira y pasa a ser el nuevo estatus. Esta es la explicación de tantos títulos falsos, inexistentes e inacabados, masters en universidades "fake", doctorados papel-cartón, copias burdas de grandes universidades americanas made-in-Aravaca, etc. Además de sobreestimar sus habilidades, son incapaces de reconocer las del prójimo así como su extrema incompetencia, tendiendo a rodearse de inútiles, generando organizaciones con un alta ineficiencia que son incapaces de trabajar por el beneficio social. Incompetencia disfrazada con trajes de Massimo Dutti. ¿Sabían ustedes que este diseñador no existe? ¿Por qué ponerle un nombre italiano para que parezca chic? Es hortera y engañoso. Aquellos que no controlan el poder forman el grupo de cotillas, envidiosos y procastinadores, que también hacen mucho daño, porque son ventiladores de mentiras persistentes. Paradójicamente la ignorancia genera más confianza que el conocimiento. Esa es la razón por la cual las grandes fortunas no suelen poseer título universitario, ni lo necesitan. Solo hace falta tener una cosa clara: cómo se amasa el dinero. Amancio Ortega es el ejemplo, el chino de Arteixo. Otros diseñadores, como Carolina Herrera, le han acusado de plagio: "si quieres ver tus diseños solo tienes que ir a Zara". Además los diseñadores de lujo también se clonan entre sí, no sólo las firmas "low-cost". Eso lo sabemos bien en ciencia con el auge de los sistemas anti-plagio. En el futuro también existirán sistemas para detectar resultados manipulados dada la gran cantidad de publicaciones que no se pueden replicar.

La última característica que citó Aristóteles mientras se zampaba el último churro, Ethos, alude a la ética, al honor, a la reputación. La bondad del que habla es la pieza fundamental de su poder de persuasión. Y aquí llegamos al punto álgido: la mayor parte de nuestros políticos no son buenas personas, ni poseen fines nobles, y por lo tanto necesitan ir dopados mediante poderosas campañas de comunicación, apoyados por televisiones, redes sociales y periódicos que reciben cuantiosos contratos de las organizaciones a las que pertenecen. La democracia ya no pertenece al pueblo, pertenece a los medios, pertenece a los lobbies, incentiva la corrupción, porque si algo no se puede conquistar mediante la retórica, entonces el medio más efectivo es la compra. Recuerden la última vez que un político les ha invitado con nuestros impuestos a una fabada y salió elegido. Por favor, no se depriman, ya es demasiado tarde para sacar sus votos de las urnas. ¿Ahora entienden por qué algunos prefieren votar Harambe? Trump es solo un ejemplo destacado.